Los cristianos de Pakistán son los destinatarios de la campaña de Navidad de este año de Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), con el apoyo de Cope. Se trata de una pequeña gran minoría de cuatro millones de personas, apenas el 2 % en una población de cerca de 200 millones, sometida a continuo hostigamiento y sistemáticamente discriminada en todos los aspectos de la vida. Son noticia cuando ocurren episodios como el atentado que costó la vida a 78 personas en Lahore el pasado 27 de marzo, Domingo de Resurrección. Pero no basta. AIN anima a informarse sobre su situación, a rezar por ellos y a ofrecerles ayuda material. Obliga a ello un mínimo sentido de comunión eclesial, aunque ese apoyo beneficia también a la mayoría musulmana, que aspira como cualquiera a vivir en paz y a ofrecerles un futuro mejor a sus hijos. El problema en Pakistán es que una minoría fanática se impone al resto, con la ayuda de la ley de la blasfemia, que permite acusar a cualquiera de forma anónima y con presunción de culpabilidad. El amedrentamiento llega a las propias autoridades políticas, que no se atreven a derogar una ley que otorga un salvoconducto al peor fundamentalismo islámico y le hace la vida imposible a las minorías.
Alfa y Omega
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