El Papa Francisco centró su homilía en el pasaje evangélico de Lucas (11, 47-54) que relata la advertencia de Jesús a los doctores de la ley —«Ay de vosotros, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia; vosotros no habéis entrado y a los que intentaban entrar se lo habéis impedido»—, asociando a ello la imagen de «una iglesia cerrada» en la que «la gente que pasa delante no puede entrar» y de donde «el Señor que está dentro no puede salir».
De aquí la referencia a esos «cristianos que tienen en su mano la llave y se la llevan, no abren la puerta»; o peor, «se detienen en la puerta» y «no dejan entrar».
¿Pero cuál es la causa de todo ello? El Santo Padre la identificó en la «falta de testimonio cristiano», que se presenta aún más grave si el cristiano en cuestión «es un sacerdote, un obispo, un Papa».
Por lo demás, Jesús es muy claro cuando dice: «Id, salid hasta los confines del mundo. Enseñad lo que yo he enseñado. Bautizad, id a las encrucijadas de los caminos y traed a todos dentro, buenos y malos. Así dice Jesús. ¡Todos dentro!».
En el cristiano que asume «esta actitud de “llave en el bolsillo y puerta cerrada”» existe, según el Pontífice, «todo un proceso espiritual y mental» que lleva a que la fe pase «por un alambique» transformándola en «ideología». Pero «la ideología —advirtió— no convoca. En las ideologías no está Jesús. Jesús es ternura, amor, mansedumbre, y las ideologías, de cualquier sentido, son siempre rígidas». Se corre el riesgo de hacer al cristiano «discípulo de esta actitud de pensamiento» antes que «discípulo de Jesús».
Por ello sigue siendo actual el reproche de Cristo: «Vosotros os habéis llevado la llave del conocimiento», pues «el conocimiento de Jesús se ha transformado en un conocimiento ideológico y también moralista», según el mismo comportamiento de los doctores de la ley que «cerraban la puerta con tantas prescripciones».
El Papa recordó al respecto otra advertencia de Cristo —contenida en el capítulo 23 del Evangelio de Mateo— contra escribas y fariseos que «lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros». Es precisamente a causa de estas actitudes que se desencadena un proceso por el que «la fe se convierte en ideología ¡y la ideología espanta! La ideología expulsa a la gente y aleja a la Iglesia de la gente».
El Papa Francisco definió «una enfermedad grave la de los cristianos ideólogos»; pero se dijo también consciente de que se trata de «una enfermedad no nueva». Ya había hablado de ello el apóstol Juan en su primera carta, describiendo a «los cristianos que pierden la fe y prefieren las ideologías»: su «actitud es hacerse rígidos, moralistas, “eticistas”, pero sin bondad».
Entonces es necesario preguntarse qué provoca «en el corazón de ese cristiano, de ese sacerdote, de ese obispo, o de ese Papa» una actitud así. Para el Papa Francisco la respuesta es sencilla: «Ese cristiano no reza. Y si no hay oración», se cierra la puerta.
Así que «la llave que abre la puerta a la fe es la oración». Porque «cuando un cristiano no ora, su testimonio es soberbio». Y él mismo es «un soberbio, es un orgulloso, es uno seguro de sí, no es humilde. Busca la propia promoción. En cambio, cuando un cristiano ora, no se aleja de la fe: habla con Jesús».
El Santo Padre puntualizó al respecto que el verbo «orar» no significa «decir oraciones», porque también los doctores de la ley «decían muchas oraciones», pero sólo «para hacerse ver». En efecto, «una cosa es orar y otra es decir oraciones». En este último caso se abandona la fe, transformándola precisamente «en ideología moralista» y «sin Jesús».
Quienes oran como los doctores de la ley —apuntó el Pontífice— reaccionan de igual modo «cuando un profeta o un buen cristiano les reprocha», utilizando el mismo método que se usó contra Jesús: «Al salir de allí los escribas y los fariseos empezaron a acosarlo implacablemente —dijo, repitiendo las palabras del pasaje evangélico— y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, tendiéndole trampas para cazarle con alguna palabra de su boca». Porque —comentó— «estos ideólogos son hostiles e insidiosos. ¡No son transparentes! Y, pobrecitos, ¡son gente ensuciada por la soberbia!».
De ahí la invitación conclusiva a pedir al Señor la gracia de no dejar nunca «de orar para no perder la fe» y de «permanecer humildes» a fin de no transformarse en personas cerradas «que cierran el camino al Señor».
(Homilía del Papa Francisco en Santa Marta el 17-10-2013)
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