Apóstoles
de Cristo y amigos en la difusión del Evangelio. Ambos fueron martirizados en
Persia después de una vida de entrega al Señor. San Judas fue aquél que
preguntó al Señor en la última Cena por su manifestación. «El que me ame,
observará mi palabra, y el Padre mío le amará, y vendremos a él y haremos
nuestra mansión en él», le contestó Jesús.
El misal habla así de los dos apóstoles cuya fiesta se celebra
de forma conjunta: «Fiesta de san Simón y san Judas, apóstoles, el primero
apellidado Cananeo o Zelotas, y el segundo, hijo de Santiago, llamado también
Tadeo, el cual, en la última Cena preguntó al Señor acerca de su manifestación
recibiendo esta respuesta: El que me ame, observará mi palabra, y el Padre mío
le amará, y vendremos a él y haremos nuestra mansión en él».
Simón y Judas fueron apóstoles de Cristo, por el que derramaron
hasta su sangre. Su fiesta se celebra de forma conjunta el 28 de octubre porque
se dice que siempre se les veía juntos predicando la palara de Dios.
Judas Tadeo evangelizó con gran celo a los paganos. Viajó hasta
Mesopotamia para difundir la figura de Cristo. Regresó a Jerusalén para el
Concilio de los Apóstoles. Posteriormente volvió a partir en dirección a Libia,
donde junto a Simón, difundieron el Evangelio por toda aquella región.
Ambos apóstoles sufrieron el martirio en Persia, en la ciudad de
Suanis. A san Judas le cortaron la cabeza después de golpearle con un garrote.
Antes de morir Judas escribió una carta incluida en el Nuevo Testamento. Simón,
por su parte, fue martirizado con una sierra, que cortó su cuerpo en dos.
Pero la historia de estos dos apóstoles no es solo la historia
de su martirio, sino la historia de dos hombres que dejaron todo para seguir
muy de cerca a Cristo y que difundieron su figura por muchos de los reinos
conocidos entonces.
José
Calderero @jcalderero
Alfa y Omega
No hay comentarios:
Publicar un comentario