Calixto nació siendo esclavo. Trabajó como administrados de los bienes de un funcionario llamado Carpóforo, de religión cristiana. En su trabajo se vio envuelto en una malversación de fondo y fue condenado a trabajos forzosos durante tres años. En 190 consiguió ser liberado y fue entonces cuando se decidió a estudiar el cristianismo a fondo. Se convirtió y empezó a evangelizar a sus vecinos.
El Papa Ceferino le encomendó la tarea de dirigir las catacumbas, lugar donde enterraban a sus hermanos cristianos. Calixto realizó un gran trabajo, ensanchó los túneles y los dispuso de forma muy organizada.
Al morir el Papa, el pueblo lo nombró como nuevo Santo Padre. A su nombramiento se opuso Hipólito, argumentando que el nuevo Papa decía que si un pecador se convertía y hacía penitencia podía volver a ser admitido entre los católicos. Calixto también defendía a los obispos que hubieran cometido pecados y que posteriormente hubieran pedido perdón y hecha penitencia.
Calixto convirtió a muchos de sus contemporáneos romanos al cristianismo y curó a numerosos enfermos. Ayunaba de todo alimento y bebida durante muchos días seguidos. Acostumbró a su cuerpo a ello y cuando lo apresaron por su fe, lo echaron a un pozo para que se desesperase por la hambruna. Sus captores, después de muchos días sin comer ni beber se maravillaron de que no se desesperará y Calixto, con gran calma, les explicó que estaba acostumbrado al ayuno por amor a Cristo.
Estando encarcelado curó con su oración a la esposa del carcelero y éste, con toda su familia, se convirtieron.
Calixto fue el segundo Papa, después de san Pedro, que sufrió el martirio. Su tumba fue descubierta en 1960 y en ella se observan los detalles de su martirio. Calixto I fue bastoneado hasta la muerte y, posteriormente, fue arrojado a un pozo donde hoy se alza la basílica de Santa María en Trastévere, que él mismo fundó.
José Calderero @jcalderero
Alfa y Omega
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