miércoles, 14 de septiembre de 2016

El amor que mueve a todo el universo



La historia recoge un sinfín de acciones. Se escribe cada día. Se labra como algo imborrable. Se decide desde corazones libres, desde momentos de pasión y momentos de lucidez.

La historia deja de lado palabras o promesas no cumplidas. Lo que se hace es lo que cuenta. Lo que uno pone en práctica, ese propósito realizado, ese gesto de cariño en la familia, ese sí a un nuevo hijo que inicia el camino del embarazo.

¿Cuál es el motor secreto de la vida? ¿Qué es lo que permite que existamos? ¿Por qué los ríos, los volcanes y los jilgueros? ¿Por qué un hombre y una mujer deciden casarse y abrirse con amor a la vida de los hijos que Dios pueda concederles?

El motor es siempre el mismo: el amor. Por amor Dios quiso un mundo, una tierra entre soles, lunas y estrellas. Por amor contuvo el ímpetu del mar, envió suaves vientos y frescas lluvias. Por amor hizo crecer hierba y árboles, dio vida a petirrojos y caimanes, a coyotes y corderos.

Por amor un día Dios creó a alguien a su imagen en la tierra, a un hombre y una mujer. Los amó como a hijos, los cuidó con ternura, habló con ellos mientras soplaba la brisa de la tarde.

Por amor, tras el pecado, vino la promesa y el pueblo elegido. Israel ha sido señal de ese amor que “mueve el universo”. El amor llegó a la plenitud en la Encarnación y en el Calvario, cuando el Hijo, hecho hombre, dio su sangre y su espíritu por salvar a quien era tan amado por el Padre, al hombre débil, frágil y errabundo...

Por amor hoy vivimos, tú y yo. Si es amor verdadero, si es amor cristiano, el mundo brillará con un poco de esperanza. Habrá más paz y armonía, habrá más justicia y entusiasmo. Habrá un poco de fe en un universo que gira y gira, como hace millones de años, movido por una sola fuerza: el amor...
P. Fernando Pascual

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