El papa Francisco elevará el domingo 4 de septiembre a los altares, a madre Teresa de Calcuta, fundadora de las Misioneras de la Caridad, en una ceremonia en la plaza de San Pedro.
El padre Bernardo Cervellera del Pontificio Instituto Misionero Exterior (Pime) y director de la agencia Asia News, señaló en un reciente desayuno de trabajo, y hoy a ZENIT, que Madre Teresa de Calcuta fue una hija ejemplar del Concilio Vaticano II, porque supo conjugar la tradición de la Iglesia con la vida activa.
“En la Iglesia después del Concilio Vaticano II –explicó el misionero– hubo una fractura entre el empeño social de la Iglesia, el activismo social, y digamos así el tradicionalismo que trataba de defender la identidad, como si las dos cosas se excluyeran mutuamente”.
En cambio ella supo ser “una verdadera hija del Concilio Vaticano II, porque puso juntas las dos cosas” la vida activa y la tradición de la Iglesia “de la misma manera que lo hicieron Juan Pablo II, Benedicto XVI y también el papa Francisco”.
Indicó que las Hermanas de la Caridad lograron conjugar su servicio a las periferias con las piedad de siempre y así cuando se llega a sus casas “se respira un ambiente de gran devoción, se ven los rosarios, la medalla milagrosa, la novena a san José, la novena con elMemorare, etc., y todas las antiguas prácticas muy queridas en la Iglesia”.
El misionero precisó que estuvo con la monja católica de origen albanés, naturalizada india, tres veces: una en Calcuta, otra en Hong Kong, y una tercera en el congreso eucarístico de Milán.
Señaló también la austeridad con la que viven las religiosas de la orden fundada en 1950 por Madre Teresa: cada una de ellas tienen solamente dos túnicas o hábitos, cuando usan uno lavan el otro, a mano porque no emplean lavarropa. No utilizan agua caliente, ni ducha y tampoco tienen calefacción.
Y si bien eso puede asustarnos a nosotros los occidentales, recuerda el padre Cervellera, “casi toda la gente en el mundo hace así, en China como en tantos países no tienen agua caliente y a veces ni agua”.
El misionero del Pime, conoció de cerca a las Hermanas de la Caridad, también en Camboya, y recordó que en ese país “a través de ellas se reabrió el camino de la libertar religiosa, porque después de los Khmers Rouges, o Jemeres rojos, la Iglesia no existía más. Las monjas de madre Teresa fueron invitadas a cuidar a los enfermos, niños abandonados y un sacerdote del Pime se volvió capellán de su instituto.
Las Misioneras de la Caridad son una orden religiosa que se distingue por su trabajo en las periferias, con las personas y en lugares impensables, con unas 4.500 monjas en más de 133 países, las cuales además de los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, hace un cuarto voto de “servicio libre y de todo corazón a los más pobres de entre los pobres”.
A pesar del rigor de su vida la familia religiosa sigue creciendo. En 1963 nacen los Hermanos de las Misioneras de la Caridad y una rama contemplativa se crea en 1976. Y en 1984 la Madre Teresa fundó junto al padre Joseph Langfor, los Padres Misioneros de la Caridad.
ZENIT
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