Hallasteis en las mujeres tanto amor y más fe que en los hombres
Cf. CE 4, 1
Cf. CE 4, 1
Estos días, María Magdalena es noticia, ya que, por
decisión del papa Francisco, la celebración litúrgica de esta santa, que hasta
ahora tenía rango de memoria, pasa a ser fiesta. La razón la ofrece el arzobispo Arthur Roche,
Secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos: «es justo que tenga el mismo grado de festividad que se da a la
celebración de los apóstoles en el calendario romano general y que se resalte
la misión especial de una mujer, que es ejemplo y modelo para todas las mujeres
de la Iglesia». Además, se ha redactado un prefacio para el día 22 de julio,
día de su fiesta, titulado “Apóstola¹ de los Apóstoles”, en el
que se destaca su papel de primera anunciadora de la Resurrección.
Como
señala Monseñor Roche, «la decisión se inscribe en el contexto eclesial
actual, que requiere una reflexión más profunda sobre la dignidad de la mujer,
la nueva evangelización y la grandeza del misterio de la misericordia divina».
Desde
este blog, celebramos la noticia. Teresa de Jesús menciona a María
Magdalena como una de las figuras bíblicas con la que se siente identificada,
como mujer pecadora arrepentida, como enamorada, y como contemplativa, a quien
el Señor, inmerecidamente regala sus gracias.
Para
Teresa, como era habitual en su tiempo, en la Magdalena se concentran tres
figuras femeninas que ahora nosotros diferenciamos: María de Magdala, María de
Betania y la mujer pecadora arrepentida perdonada por Jesús (personaje
anónimo). Por eso, entre los rasgos que Teresa atribuye a esta santa, se
encuentran características de esas tres mujeres.
Teresa
se imagina a sí misma arrodillada ante Jesús, como la pecadora que unge sus
pies: «Era yo muy devota de la gloriosa Magdalena y muy muchas veces pensaba en
su conversión, en especial cuando comulgaba, que como sabía estaba allí cierto
el Señor dentro de mí, poníame a sus pies, pareciéndome no eran de desechar mis
lágrimas» (V 9, 2).
En
Magdalena encuentra también Teresa a una mujer apasionada “en quien tan
crecido estaba este fuego de amor de Dios” (V 21, 7)». Un amor que se convirtió
en dolor y en fuerza junto a la cruz: «Tengo para mí que el no haber recibido
martirio fue por haberle pasado en ver morir al Señor» (M 7,4,13).
Argumentando
sobre el tema de la acción y la contemplación (contraposición de las figuras de
Marta y María), Teresa nos deja un precioso párrafo dedicado a esta mujer que,
según Jesús, eligió “la mejor parte”, pero era, según Teresa, porque ya había
hecho “oficio de Marta” antes:
“…
regalando al Señor en lavarle los pies y limpiarlos con sus cabellos, y
¿pensáis que le sería poca mortificación a una señora como ella era, irse por
esas calles, y por ventura sola, porque no llevaba hervor para entender cómo
iba, y entrar adonde nunca había entrado, y después sufrir la murmuración del
fariseo y otras muy muchas que debía sufrir? Porque ver en el pueblo una mujer
como ella hacer tanta mudanza, y como sabemos, entre tan mala gente, que
bastaba ver que tenía amistad con el Señor, a quien ellos tenían tan
aborrecido, para traer a la memoria la vida que había hecho, y que se quería
ahora hacer santa, porque está claro que luego mudaría vestido y todo lo demás;
pues ahora se dice a personas, que no son tan nombradas, ¿qué sería entonces?
Yo os digo, hermanas, que venía «la mejor parte» sobre hartos trabajos y
mortificación, que aunque no fuera sino ver a su Maestro tan aborrecido, era
intolerable trabajo. Pues los muchos que después pasó en la muerte del Señor y
en los años que vivió, en verse ausente de El, que serían de terrible tormento,
se verá que no estaba siempre con regalo de contemplación a los pies del Señor.
Tengo para mí que el no haber recibido martirio fue por haberle pasado en ver
morir al Señor» (7M, 4, 13)
Del Blog: Teresa de la rueca a la pluma
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