domingo, 12 de junio de 2016

María Magdalena, apóstola muy querida por Teresa

Hallasteis en las mujeres tanto amor y más fe que en los hombres
Cf. CE 4, 1

Estos días, María Magdalena es noticia, ya que, por decisión del papa Francisco, la celebración litúrgica de esta santa, que hasta ahora tenía rango de memoria, pasa a ser fiesta. La razón la ofrece el arzobispo Arthur Roche, Secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos: «es justo que tenga el mismo grado de festividad que se da a la celebración de los apóstoles en el calendario romano general y que se resalte la misión especial de una mujer, que es ejemplo y modelo para todas las mujeres de la Iglesia». Además, se ha redactado un prefacio para el día 22 de julio, día de su fiesta, titulado “Apóstola¹ de los Apóstoles”, en el que se destaca su papel de primera anunciadora de la Resurrección.
Como señala Monseñor Roche, «la decisión se inscribe en el contexto eclesial actual, que requiere una reflexión más profunda sobre la dignidad de la mujer, la nueva evangelización y la grandeza del misterio de la misericordia divina».
Desde este blog, celebramos la noticia. Teresa de Jesús menciona a María Magdalena como una de las figuras bíblicas con la que se siente identificada, como mujer pecadora arrepentida, como enamorada, y como contemplativa, a quien el Señor, inmerecidamente regala sus gracias.
Para Teresa, como era habitual en su tiempo, en la Magdalena se concentran tres figuras femeninas que ahora nosotros diferenciamos: María de Magdala, María de Betania y la mujer pecadora arrepentida perdonada por Jesús (personaje anónimo). Por eso, entre los rasgos que Teresa atribuye a esta santa, se encuentran características de esas tres mujeres.
Teresa se imagina a sí misma arrodillada ante Jesús, como la pecadora que unge sus pies: «Era yo muy devota de la gloriosa Magdalena y muy muchas veces pensaba en su conversión, en especial cuando comulgaba, que como sabía estaba allí cierto el Señor dentro de mí, poníame a sus pies, pareciéndome no eran de desechar mis lágrimas» (V 9, 2).
En Magdalena encuentra  también Teresa a una mujer apasionada “en quien tan crecido estaba este fuego de amor de Dios” (V 21, 7)». Un amor que se convirtió en dolor y en fuerza junto a la cruz: «Tengo para mí que el no haber recibido martirio fue por haberle pasado en ver morir al Señor» (M 7,4,13).
Argumentando sobre el tema de la acción y la contemplación (contraposición de las figuras de Marta y María), Teresa nos deja un precioso párrafo dedicado a esta mujer que, según Jesús, eligió “la mejor parte”, pero era, según Teresa, porque ya había hecho “oficio de Marta” antes:
“… regalando al Señor en lavarle los pies y limpiarlos con sus cabellos, y ¿pensáis que le sería poca mortificación a una señora como ella era, irse por esas calles, y por ventura sola, porque no llevaba hervor para entender cómo iba, y entrar adonde nunca había entrado, y después sufrir la murmuración del fariseo y otras muy muchas que debía sufrir? Porque ver en el pueblo una mujer como ella hacer tanta mudanza, y como sabemos, entre tan mala gente, que bastaba ver que tenía amistad con el Señor, a quien ellos tenían tan aborrecido, para traer a la memoria la vida que había hecho, y que se quería ahora hacer santa, porque está claro que luego mudaría vestido y todo lo demás; pues ahora se dice a personas, que no son tan nombradas, ¿qué sería entonces? Yo os digo, hermanas, que venía «la mejor parte» sobre hartos trabajos y mortificación, que aunque no fuera sino ver a su Maestro tan aborrecido, era intolerable trabajo. Pues los muchos que después pasó en la muerte del Señor y en los años que vivió, en verse ausente de El, que serían de terrible tormento, se verá que no estaba siempre con regalo de contemplación a los pies del Señor. Tengo para mí que el no haber recibido martirio fue por haberle pasado en ver morir al Señor» (7M, 4, 13)

 Del Blog: Teresa de la rueca a la pluma

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