En
el paso del río Jordán, el arca de la alianza guiaba al pueblo de Dios. Los
sacerdotes y levitas que la llevaban se pararon en el Jordán, y las aguas, como
en señal de reverencia a los sacerdotes que la llevaban, detuvieron su curso y
se amontonaron a distancia, para que el pueblo de Dios pudiera pasar
impunemente. Y no te has de admirar cuando se te narran estas hazañas relativas
al pueblo antiguo, porque a ti, cristiano, que por el sacramento del bautismo
has atravesado la corriente del Jordán, la palabra divina te promete cosas
mucho más grandes y excelsas, pues te promete que pasarás y atravesarás el
mismo aire. Oye lo que dice Pablo acerca de los justos: Seremos arrebatados en
la nube, al encuentro del Señor, en el aire. Y así estaremos siempre con el
Señor.
Nada, pues, ha de temer el justo, ya que toda la creación estará a su servicio. Oye también lo que Dios promete al justo por boca del profeta: Cuando pases por el fuego, la llama no te abrasará, porque yo, el Señor, soy tu Dios. Vemos, por tanto, cómo el justo tiene acceso a cualquier lugar, y cómo toda la creación se muestra servidora del mismo. Y no pienses que aquellas hazañas son meros hechos pasados y que nada tienen que ver contigo, que los escuchas ahora: en ti se realiza su místico significado. En efecto, tú, que acabas de abandonar las tinieblas de la idolatría y deseas ser instruido en la ley divina, eres como si acabaras de salir de la esclavitud de Egipto. Al ser agregado al número de los catecúmenos y al comenzar a someterte a las prescripciones de la Iglesia, has atravesado el mar Rojo y, como en aquellas etapas del desierto, te dedicas cada día a escuchar la ley de Dios y a contemplar la gloria del Señor, reflejada en el rostro de Moisés.
Nada, pues, ha de temer el justo, ya que toda la creación estará a su servicio. Oye también lo que Dios promete al justo por boca del profeta: Cuando pases por el fuego, la llama no te abrasará, porque yo, el Señor, soy tu Dios. Vemos, por tanto, cómo el justo tiene acceso a cualquier lugar, y cómo toda la creación se muestra servidora del mismo. Y no pienses que aquellas hazañas son meros hechos pasados y que nada tienen que ver contigo, que los escuchas ahora: en ti se realiza su místico significado. En efecto, tú, que acabas de abandonar las tinieblas de la idolatría y deseas ser instruido en la ley divina, eres como si acabaras de salir de la esclavitud de Egipto. Al ser agregado al número de los catecúmenos y al comenzar a someterte a las prescripciones de la Iglesia, has atravesado el mar Rojo y, como en aquellas etapas del desierto, te dedicas cada día a escuchar la ley de Dios y a contemplar la gloria del Señor, reflejada en el rostro de Moisés.
De las homilías de Orígenes, presbítero, sobre el libro de Josué
(Hom. 4, 1: PG 12, 842-843)
(Hom. 4, 1: PG 12, 842-843)
Fuente: News. Va
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