Espíritu Santo, ven, hazme reconocer tu acción en mí,
como en la primera creación, por la que el Hacedor de todo, al final de cada
jornada, vio que todo era bueno. Recrea en mi alma la bondad, la verdad y la
belleza, por las que yo siempre pueda sentir el cimiento de mi estabilidad
personal, al saber y reconocer la huella de tu acción. ¡Ven, Espíritu Santo, y
recrea en mí tu proyecto!
Espíritu Santo, ven, muéstrame, como lo
hiciste en tiempos de Noé, la señal de paz, de vida, de habitabilidad, que me
haga confiar y entregarme. Que no me encierre dentro de mí
de manera ensimismada y egoísta, sino que salga a compartir la tarea
y colabore contigo en la obra inmensa de hacer este mundo mejor, una casa
habitable, en convivencia y en paz. ¡Ven, Espíritu Santo, y visítame con tu
paz, signo de que cumplo la voluntad de Dios!
Espíritu Santo, ven, y, como lo hiciste en
tiempos de Moisés, descendiendo sobre la tienda del encuentro, santuario de tu
presencia, desciende sobre mí, cúbreme, habítame, abrázame, sumérgeme, que
respire tu vida en mí, que te encuentre dentro de mí, que camine bajo tu luz o
bajo tu sombra, pero siempre llevando en mi conciencia que soy persona
habitada, y considere a quienes miro reflejo del don de tu aliento. ¡Ven, Espíritu Santo, acompáñame siempre y así no perderé nunca la
conciencia de que me habitas!
Espíritu Santo, ven, y como hiciste en
tiempos de los profetas, fortaléceme para que tenga el valor, la fuerza, la
energía de anunciar el mensaje del amor y de la misericordia, de la justicia, y
de la bondad de Dios a todos los que hoy peregrinan por la vida y se cruzan en
mi camino o viven junto a mí. Para que se anuncie la Buena Noticia entre los
más necesitados de pan y de esperanza. ¡Ven, Espíritu Consolador,
hazme instrumento de tu misericordia!
Espíritu Santo, ven. Tú puedes, como en
los tiempos de Ezequiel, revitalizar lo seco, lo inerte, hasta lo muerto, y
hacer que se convierta en signo de vida y de esperanza. Tú eres quien da vida,
rehabilita, endereza a los que ya se doblan. Tú fortaleces. ¡Ven, Espíritu Santo, Señor y dador de vida, haz que nunca pacte
con la inercia ni con la apatía, y que gracias a ti sea signo de vida!
Espíritu Santo, ven, sé fuego, ardor en el
corazón, valentía en el ánimo, motivo para testimoniar la experiencia
desbordante de tu moción consoladora, de tu llamada, para ser testigo de
Jesucristo resucitado, razón de la fe. ¡Ven, Espíritu Santo, enciende
en nosotros el fuego de tu amor!
Espíritu Santo, ven. Tú puedes, como lo
hiciste con los discípulos de Jesús, vencer el miedo, el escepticismo, la
desesperanza, el tedio, la huida, la vergüenza, el cansancio. Sé que gracias a
ti vivo, respiro, tengo ilusión, ánimo, fuerza, fe, deseos de bien, pero Tú
conoces mi debilidad, mi pobreza, mi pecado, mi estado crónico. ¡Ven en ayuda de mi debilidad!
(Ángel Moreno).-
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