martes, 24 de mayo de 2016

Homilía del Papa: triste es el cristiano aferrado a las riquezas

No puede haber un cristiano sin alegría. Lo afirmó el Papa en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Pontífice subrayó que, también en los sufrimientos de la vida, el cristiano sabe encomendarse a Jesús y vivir con esperanza. Además, Francisco  hizo un llamamiento a no dejarse dominar por la riqueza, que al final, sólo produce tristeza.
El documento de identidad del cristiano es la alegría del Evangelio
Nosotros – observó el Obispo de Roma – “podemos ir” hacia “aquella esperanza”, que “los primeros cristianos representaban como un ancla en el cielo”. Nosotros –  añadió – “tomamos la cuerda y vamos allá”, hacia “aquella esperanza” que nos da alegría:
“Un cristiano es un hombre y una mujer de alegría, un hombre y una mujer con alegría en el corazón. ¡No existe un cristiano sin alegría! ‘Pero, Padre, ¡yo he visto tantos así!’ – ‘¡No son cristianos! Dicen que lo son, ¡pero no lo son! Les falta algo’. El documento de identidad del cristiano es la alegría, la alegría del Evangelio, la alegría de haber sido elegidos por Jesús, salvados por Jesús, regenerados por Jesús; la alegría de aquella esperanza que Jesús nos espera, la alegría que – también en las cruces y en los sufrimientos de esta vida – se expresa de otro modo, que es la paz en la seguridad de que Jesús nos acompaña, está con nosotros”.
“El cristiano – añadió el Pontífice – hace crecer esta alegría con la confianza en Dios. Dios se acuerda siempre de su alianza”. Y, a su vez – prosiguió – “el cristiano sabe que Dios lo recuerda, que Dios lo ama, que Dios lo acompaña, que Dios lo espera. Y ésta es la alegría”.
Es un mal servir a la riqueza, que al final nos hace tristes
De este modo Francisco se refirió al pasaje del Evangelio del día que narra el encuentro entre Jesús y el joven rico. Un hombre –  dijo –  que “no ha sido capaz de abrir su corazón a la alegría y que ha elegido la tristeza”, “porque poseía muchos bienes”:
“¡Estaba aferrado a los bienes! Jesús nos había dicho que no se puede servir a dos patrones: o sirves al Señor, o sirves a las riquezas. Las riquezas no son malas en sí mismas: pero servir a la riqueza es esa la maldad. El pobrecito se fue triste… ‘Ensombreció su rostro y se fue entristecido’. Cuando en nuestras parroquias, en nuestras comunidades, en nuestras instituciones encontramos gente que se dice cristiana y quiere ser cristiana pero es triste, algo sucede allí que no va. Y debemos ayudarlos a encontrar a Jesús, a quitarles aquella tristeza, para que puedan gozar del Evangelio, para que puedan tener esta alegría que es propia del Evangelio”.
El Santo Padre se detuvo sobre la alegría y el estupor. “El estupor bueno – dijo Francisco – ante la revelación, ante el amor de Dios, ante las emociones del Espíritu Santo”. El cristiano “es un hombre, una mujer de estupor”. Una palabra que, como destacó el Pontífice, vuelve hoy al final, “cuando Jesús explica a los Apóstoles que aquel muchacho tan bueno no logró seguirlo, porque estaba aferrado a las riquezas”. ¿Quién puede ser salvado, se preguntan entonces los Apóstoles? A ellos el Señor responde: “¡Imposible para los hombres”, “pero no para Dios!”.
No buscar la felicidad en cosas que, al final entristecen
La alegría cristiana, por tanto, “el estupor de la alegría, el ser salvados del hecho de vivir aferrados a otras cosas, a la mundanidad – a los tantos tipos de mundanidad que nos separan de Jesús – sólo se puede lograr con la fuerza di Dios, con la fuerza del Espíritu Santo”, dijo el Papa:
“Pidamos hoy al Señor que nos dé el estupor ante Él, ante tantas riquezas espirituales que nos ha dado; y que con este estupor nos dé la alegría, la alegría de nuestra vida y de vivir con paz en el corazón las tantas dificultades; y que nos proteja de buscar la felicidad en tantas cosas que al final nos entristecen: prometen tanto, ¡pero no nos darán nada! Acuérdense bien: un cristiano es un hombre y una mujer de alegría, de alegría en el Señor; un hombre y una mujer de estupor”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
  


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