(Jn 13,35).
Queridos chicos y chicas: Qué gran responsabilidad nos confía hoy el Señor. Nos dice que la gente conocerá a los discípulos de Jesús por cómo se aman entre ellos. En otras palabras, el amor es el documento de identidad del cristiano, es el único “documento” válido para ser reconocidos como discípulos de Jesús.El único documento válido. Si
este documento caduca y no se renueva continuamente, dejamos de ser testigos del
Maestro. Entonces os pregunto: ¿Queréis acoger la invitación de Jesús para ser
sus discípulos? ¿Queréis ser sus amigos fieles? El amigo verdadero de Jesús se
distingue principalmente por el amor concreto, no el amor en las nubes: no. El
amor concreto que resplandece en su vida. El amor es siempre concreto, ¿eh? Ese
que no es concreto y habla del amor, es una telenovela, un culebrón. El amor es
siempre concreto, eh? ¿Queréis vivir este amor que Él nos entrega? ¿Queréis o
no queréis? Entonces, frecuentemos su escuela, que es una escuela de vida para
aprender a amar. Y esto es un trabajo de todos los días, ¿eh?: aprender a amar.
Ante todo, amar es bello, es el
camino para ser felices. Pero no es fácil, es desafiante, supone esfuerzo. Por
ejemplo, pensemos cuando recibimos un regalo: nos hace felices, pero para
preparar ese regalo las personas generosas han dedicado tiempo y dedicación y,
de ese modo, regalándonos algo, nos han dado también algo de ellas mismas, algo
de lo que han sabido privarse. Pensemos también al regalo que vuestros padres y
animadores os han hecho, al dejaros venir a Roma para este Jubileo dedicado a
vosotros. Han programado, organizado, preparado todo para vosotros, y esto les
daba alegría, aun cuando hayan renunciado a un viaje para ellos. Ésta es la
concreción del amor. En efecto, amar quiere decir dar, no sólo algo material,
sino algo de uno mismo: el tiempo personal, la propia amistad, las capacidades
personales.
Miremos al Señor, que es insuperable
en generosidad. Recibimos de él muchos dones, y cada día tendríamos que darle
gracias. Quisiera preguntaros: ¿Dais gracias al Señor todos los días? Aun
cuando nos olvidemos, Él se acuerda de hacernos cada día un regalo especial. No
es un regalo material para tener entre las manos y usar, sino un don más grande
para la vida. Nos regala… ¿qué nos regala el Señor? Nos regala su amistad fiel,
siempre es amigo el Señor, que no la retirará jamás. Además, si tú lo
decepcionas y te alejas de Él, Jesús sigue amándote y estando contigo, creyendo
en ti más de lo que tú crees en ti mismo. Ésta es la concreción del amor que
nos enseña a Jesús. Y esto es muy importante. Porque la amenaza principal, que
impide crecer bien, es cuando no importas a nadie, cuando te sientes marginado,
es triste esto. En cambio, el Señor está siempre junto a ti y está contento de
estar contigo. Como hizo con sus discípulos jóvenes, te mira a los ojos y te
llama para seguirlo, para «remar mar a dentro» y «echar las redes» confiando en
su palabra; es decir, poner en juego tus talentos en la vida, junto a él, sin
miedo. Jesús te espera pacientemente, atiente una respuesta, aguarda tu “sí”.
Queridos
chicos y chicas, a vuestra edad surge en vosotros de una manera nueva el deseo
de encariñaros y de recibir afecto. Si vais a la escuela del Señor, os enseñará
a hacer más hermosos también el afecto y la ternura. Os pondrá en el corazón
una intención buena, esa de amar sin poseer: querer bien sin poseer; de querer
a las personas sin desearlas como algo propio, sino dejándolas libres. ¡Porque
el amor es libre! ¡No hay amor que no sea libre! Aquella libertad que el Señor
nos deja cuando nos ama: Él, siempre cerca nuestro. En efecto, siempre existe
la tentación de contaminar el afecto con la pretensión instintiva de tomar, de
“poseer” aquello que gusta. Y esto es egoísmo. Y también, la cultura consumista
refuerza esta tendencia. Pero cualquier cosa, cuando se exprime demasiado, se
desgasta, se estropea; después se queda uno decepcionado con el vacío dentro.
Si escucháis la voz del Señor, os revelará el secreto de la ternura:
interesarse por otra persona, quiere decir respetarla, protegerla, esperarla. Y
esta es la concreción de la ternura y del amor.
En
estos años de juventud percibís también un gran deseo de libertad. Muchos os
dirán que ser libres significa hacer lo que se quiera. Pero en esto se necesita
saber decir no. Si tu no sabes decir que no, no eres libre. El libre es aquel
que sabe decir “si” y sabe decir “no”. La libertad no es poder hacer siempre lo
que se quiere: esto nos vuelve cerrados, distantes y nos impide ser amigos
abiertos y sinceros; no es verdad que cuando estoy bien todo vaya bien. No, no
es verdad. En cambio, la libertad es el don de poder elegir el bien: esto es
libertad. Es libre quien elige el bien, quien busca aquello que agrada a Dios,
también… es fatigoso, no es fácil. Pero yo creo que vosotros jóvenes no tenéis
miedo del cansancio, ¿no? Sois estupendos. Pero sólo con decisiones valientes y
fuertes se realizan los sueños más grandes, esos por los que vale la pena dar
la vida. Elegis con coraje y fuertes. No os contentéis con la mediocridad, con
“ir tirando”, estando cómodos y sentados; no confiéis en quien os distrae de la
verdadera riqueza, que sois vosotros, cuando os digan que la vida es bonita
sólo si se tienen muchas cosas; desconfiad de quien os quiera hacer creer que
sois valiosos cuando os hacéis pasar por fuertes, como los héroes de las
películas, o cuando lleváis vestidos a la última moda. Vuestra felicidad no
tiene precio y no se negocia; no es un “app” que se descarga en el teléfono
móvil: ni siquiera la versión más reciente podrá ayudaros a ser libres y
grandes en el amor. La libertad es otra cosa.
Porque el amor es el don libre de quien
tiene el corazón abierto; el amor es una responsabilidad, pero bella que dura
toda la vida; ¡es el compromiso cotidiano de quien sabe realizar grandes
sueños! ¡Es un problema los jóvenes que no saben soñar, que no osan de soñar!
Si un joven a vuestra edad, no es capaz de soñar, ya se ha jubilado: no sirve…
El amor se alimenta de confianza, de respeto y de perdón. El amor no surge
porque hablemos de él, sino cuando se vive; no es una poesía bonita para
aprender de memoria, sino una opción de vida que se ha de poner en práctica.
¿Cómo podemos crecer en el amor? El secreto está en el Señor: Jesús se nos da a
sí mismo en la Santa Misa, nos ofrece el perdón y la paz en la Confesión. Allí
aprendemos a acoger su amor, hacerlo nuestro, y a difundirlo en el mundo. Y
cuando amar parece algo arduo, cuando es difícil decir no a lo que es falso,
mirad la cruz del Señor, abrazadla y no dejad su mano, que os lleva hacia lo
alto y os levanta cuando caéis. Y… en la vida, siempre se cae, porque somos
pecadores, somos débiles. Pero está la mano de Jesús que nos levanta, que nos
alza. ¡Jesús nos quiere en pie! Aquella bonita parábola que Jesús decía a los
paralíticos: ¡alzaos! Dios nos ha creado para estar en pie. Hay una canción muy
bonita que cantan los alpinistas cuando suben arriba. La canción dice así: “En
el arte de subir, lo importante no es no caer, ¡sino no continuar caído! Tener
el coraje de alzarse, de dejarse alzar de la mano de Jesús. Y esta mano muchas
veces viene de la mano de un amigo, de la mano de los padres, de la mano de
aquellos que nos acompañan en la vida. También Jesús mismo está ahí.
Sé que sois capaces de gestos grandes de
amistad y bondad. Estáis llamados a construir así el futuro: junto con los
otros y por los otros, pero jamás contra alguien. No se construye “en contra”:
esto se llama destrucción”. Haréis cosas maravillosas si os preparáis bien ya
desde ahora, viviendo plenamente vuestra edad, tan rica de dones, y no temiendo
al cansancio. Haced como los campeones del mundo del deporte, que logran metas
altas entrenándose con humildad y todos los días. Que vuestro programa
cotidiano sea las obras de misericordia: Entrenaos con entusiasmo en ellas para
ser campeones de vida, ¡campeones de amor! Así seréis conocidos como discípulos
de Jesús. Así tendréis la carta de identidad de los cristianos. Y os aseguro:
vuestra alegría será plena.
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