jueves, 31 de marzo de 2016

Pakistán, un campo de concentración para los cristianos


"El fanatismo es una enfermedad"
Ser cristiano hoy en Pakistán es un fenómeno de alto riesgo. Los fanáticos musulmanes, que son enfermos mentales, porque el fanatismo es una enfermedad de la que el sujeto no es consciente, como sucede entre los enfermos mentales, están desplegando todo su potencial contra esta minoría cristiana que no alcanza al tres por ciento de la población.
Y todos los días (se dice pronto) aparecen cristianos asesinados, degollados, quemados vivos, en una barbarie que nos remonta a los campos de exterminio del nacional socialismo alemán en tiempo de Hitler. Una barbarie que no conoce límite.
Hoy hemos sabido que también está llegando a los niños. Un salvaje ha hecho estallar una bomba en un parque donde muchas familias con sus niños, celebraban la pascua. En total 72 muertos, la mayoría mujeres y niños. Más aún que en el reciente atentado de Bruselas. Y apenas ha sido noticia de portada en ningún periódico de importancia.
Nadie ha decretado el estado de alerta máximo ni se ha establecido un control en el barrio para ver si se puede localizar a ese salvaje. Todo ha ocurrido en un país que se está destacando por la barbarie anticristiana. Es el país de Asia Bibi, confinada a la cárcel y a la horca por opinar sobre sus creencias religiosas cristianas y que se ha convertido ya en su símbolo de la intolerancia religiosa en el mundo.
El gobierno paquistaní es un gobierno débil, incapaz de mantener la seguridad de su pueblo y, sobre todo, de las minorías, y si tuviera algo de dignidad, lo mejor que podía hacer es marcharse y dedicarse a otra cosa. Es un gobierno cómplice de asesinato, indigno de representar a su pueblo si no es capaz de defender a las minorías que lo habitan con el mismo derecho que las mayorías musulmanas.
El "yihadismo" está llegando a límites intolerables para los hombres civilizados. Y tal vez estamos en el momento, unidos todos los países civilizados que nos sentimos amenazados, de declarar una guerra en legítima defensa porque ellos ya nos la han declarado y la están llevando a cabo ante la mirada pasiva y torpe del resto del mundo. Hay veces en que derrocar a un tirano es un bien que justifica la guerra. Y en este caso lo es. Ayer París, hace unos días Bruselas; hoy, los niños y mujeres cristianos de Pakistán ¿Y mañana? Cualquier objetivo puede ser posible. Callaremos hasta que nos toque a nosotros muy de cerca.

(Alejandro Fernández Barrajón)

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