"El fanatismo es una enfermedad"
Ser
cristiano hoy en Pakistán es un fenómeno de alto riesgo. Los fanáticos musulmanes, que son enfermos mentales,
porque el fanatismo es una enfermedad de la que el sujeto no es consciente,
como sucede entre los enfermos mentales, están desplegando todo su potencial
contra esta minoría cristiana que no alcanza al tres por ciento de la
población.
Y todos los días (se dice
pronto) aparecen cristianos asesinados, degollados, quemados vivos,
en una barbarie que nos remonta a los campos de exterminio del nacional
socialismo alemán en tiempo de Hitler. Una barbarie que no conoce límite.
Hoy hemos sabido que también está llegando
a los niños. Un salvaje ha hecho
estallar una bomba en un parque donde muchas familias con sus niños, celebraban
la pascua. En total 72 muertos, la mayoría mujeres y
niños. Más aún que en el reciente atentado de Bruselas. Y apenas ha
sido noticia de portada en ningún periódico de importancia.
Nadie ha decretado el
estado de alerta máximo ni se ha establecido un control en el barrio para ver
si se puede localizar a ese salvaje. Todo ha ocurrido en un país que se está
destacando por la barbarie anticristiana. Es el país de Asia Bibi,
confinada a la cárcel y a la horca por opinar sobre sus creencias religiosas
cristianas y que se ha convertido ya en su símbolo de la intolerancia religiosa
en el mundo.
El gobierno paquistaní es un gobierno
débil, incapaz de mantener
la seguridad de su pueblo y, sobre todo, de las minorías, y si tuviera algo de
dignidad, lo mejor que podía hacer es marcharse y dedicarse a otra cosa. Es un
gobierno cómplice de asesinato, indigno de representar a su pueblo si no es
capaz de defender a las minorías que lo habitan con el mismo derecho que las
mayorías musulmanas.
El "yihadismo" está llegando a
límites intolerables para los hombres civilizados. Y tal vez estamos en el momento, unidos todos los
países civilizados que nos sentimos amenazados, de declarar una guerra en
legítima defensa porque ellos ya nos la han declarado y la están llevando a
cabo ante la mirada pasiva y torpe del resto del mundo. Hay veces en que
derrocar a un tirano es un bien que justifica la guerra. Y en este caso lo es.
Ayer París, hace unos días Bruselas; hoy, los niños y mujeres cristianos de
Pakistán ¿Y mañana? Cualquier objetivo puede ser posible. Callaremos hasta que
nos toque a nosotros muy de cerca.
(Alejandro Fernández Barrajón)
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