El obispo tiene la tarea de
rezar y anunciar la Resurrección de Jesús. Si el obispo no reza y no anuncia el
Evangelio, sino que se ocupa de otras cosas, el pueblo de Dios sufre. Son los
conceptos que expresó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la Capilla de la
Casa de Santa Marta.
El Evangelio del día (Mc 3, 13-19) relata la elección de los Doce Apóstoles por parte de
Jesús: los elige “para que estén con Él y para enviarlos a predicar con el
poder de expulsar a los demonios”. Los Doce – afirmó el Santo
Padre – “son los primeros obispos”. Después de la muerte de Judas fue
elegido Matías; lo que representó “la primera ordenación episcopal de la
Iglesia”. “Los obispos – dijo Francisco – son las columnas de la Iglesia”, y están llamados a ser testigos
de la Resurrección de Jesús:
“Nosotros los obispos tenemos esta
responsabilidad de ser testigos: atestiguamos que el Señor está vivo, que el
Señor Jesús ha resucitado, que el Señor Jesús camina con nosotros, que el Señor
Jesús nos salva, que el Señor Jesús ha dado su vida por nosotros, que el Señor
Jesús es nuestra esperanza, que el Señor Jesús nos recibe siempre y nos
perdona. El testimonio. Nuestra vida debe ser esto: un testimonio. Un verdadero
testimonio de la Resurrección de Cristo”.
Los obispos – prosiguió explicando
el Pontífice – tienen dos tareas:
“El primer deber del obispo es estar con
Jesús en la oración. El primer deber del obispo no es hacer planes pastorales…
¡no, no! Rezar: éste es el primer deber. El segundo deber es ser testigo, es
decir, predicar. Predicar la salvación que el Señor Jesús no ha traído. Dos
tareas no fáciles, pero son propiamente estos dos deberes los que hacen fuertes
a las columnas de la Iglesia. Si estas columnas se debilitan porque el obispo
no reza o reza poco, se olvida de rezar; o porque el obispo no anuncia el
Evangelio, se ocupa de otras cosas, también la Iglesia se debilita, sufre. El
pueblo de Dios sufre. Porque las columnas son débiles”.
El Papa concluyó su homilía afirmando
que “la Iglesia sin obispos no puede ir adelante”. Por esta razón – añadió Francisco – “la oración de todos nosotros por nuestros obispos es una
obligación, pero una obligación de amor, una obligación de los hijos con
respecto al Padre, una obligación de hermanos, para que la familia permanezca
unida en la confesión de Jesucristo, vivo y resucitado”:
“Por esto yo quisiera invitarlos hoy a
rezar por nosotros, los obispos. Porque también nosotros somos pecadores,
también nosotros tenemos debilidades, también nosotros corremos el peligro de
Judas: porque también él había sido elegido como columna. También nosotros
corremos el peligro de no rezar, de hacer algo que no sea anunciar el Evangelio
y expulsar a los demonios… Rezar, para que los obispos sean lo que Jesús
quería, que todos nosotros demos testimonio de la Resurrección de Jesús. El
pueblo de Dios reza por los obispos. En cada Misa se reza por los obispos: se
reza por Pedro, la cabeza del colegio episcopal, y se reza por el obispo del
lugar. Pero esto es poco: se dice el nombre y tantas veces se lo dice por
costumbre y va adelante. Rezar por el obispo con el corazón, pedir al Señor:
Señor, cuida a mi obispo; cuida a todos los obispos, y mándanos obispos que
sean verdaderos testigos, obispos que recen, y obispos que nos ayuden, con su
predicación, a comprender el Evangelio, a estar seguros de que Tú, Señor, estás
vivo, estás entre nosotros”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
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