Este año el mejor regalo de Navidad que hemos recibido
en Centroáfrica ha sido el Papa Francisco. El eco de su visita
todavía resuena en nuestros oídos. Llegó como un ángel blanco con zapatos
negros y gastados y, con solo su estar, sonreír y acariciar, hizo saltar de un
plumazo los negros augurios que pronosticaban una visita saboteada y rota.
Cuando acarició a su niño, una madre se echó a llorar de emoción. El de la
foto de abajo es de un campo de desplazados que
visitó justo después de la acogida ritual con fanfarrias en el palacio
presidencial.
Del abrazo de ministros y funcionarios (también ellos muy felices con su
visita) se marchó al otro extremo: a la dura vida del día a día, del sobrevivir
con menos que nada en un campo de gentes en donde todos lo habían perdido todo.
Cuando vieron al Papa paseando junto a ellos, buscándolos incluso para
poder acariciar sus cabezas apenas trenzadas al estilo africano, sintieron que no lo habían perdido todo, porque tenían sonrisas a
raudales por sentirse bendecidos con la sola experiencia de las yemas de sus
dedos.
El Papa Francisco se pateó el campo de desplazados de arriba a abajo. Creo que tocó a más de 400 personas, la mayoría niños.
Bajo un sol de plomo porque era ya medio día. Sonrió a las madres, acarició los
niños, con el mismo cariño que acabará acariciando el niño Jesús de su Belén en
Santa Marta.
Los niños que el Papa Francisco tocó en Bangui, sin mediar palabra, justo
con un intercambio de miradas cómplices, era ya un deseo de Feliz Navidad.
Luego se acercó a acariciar a aquella mujer en el pediátrico
de Bangui. Podría haber sido en el "Buen Samaritano"
en Bangassou, tantas veces hemos visto esa escena repetida.
Esa mujer, que todo el mundo vino a saludar al día siguiente porque la
habían visto en la prensa junto al Papa, es, junto al niño, el segundo símbolo
de nuestra navidad. ¡Feliz navidad a todos los
amigos de la Fundación Bangassou!
Algunos creyeron que era un niño. Si nos fijamos, es una mujer de 25-30
años, de 35-40 kilos de peso corporal, con una enfermedad
en fase terminal, seguramente Sida, sobre abiertos los ojos,
menguados sus pechos, como vaciada de vísceras, reducida a un amasijo de huesos
y humanidad... Papa Francisco le coge la mano, luego alarga la otra hacia su
frente...
Ella mira a la cruz como desangelada y él baja la mirada pudoroso al
encontrarse junto a un misterio. El misterio del sufrimiento llevado a límites
fuera de lo normal, una serie interminable de píldoras amargas que han llevado
a esa joven a ese extremo de desamparo...
Finalmente, aparezco en otra foto junto al Papa. Después
del campamento de desplazados, quiso encontrar a los 10 obispos de
Centroáfrica. Nos saludó uno a uno. Yo le hablé en español mientras que el
Nuncio traducía en francés para los otros obispos.
Le hablé de Bangassou, de los peregrinos que han hecho tres días de camión
por pistas llenas de violentos para venir a verlo y de que después nos tocaba
la vuelta. Pero que todo era poco por el placer de oír su mensaje y ver sus
gestos de coraje que buscan la fraternidad en una sociedad huérfana de guiños
de amor.
Me dijo que estaba impresionado de ver que 2.800 jóvenes scouts habían hecho como "un muro" para que nadie entrara por
donde su coche iba a pasar. ¡Los jóvenes de Bangui protegiendo al
Papa Francisco! Feliz Navidad a todos y próspero año 2016....
Juan José Aguirre, obispo de Bangassou
Fuente: Religión digital
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