miércoles, 23 de diciembre de 2015

Turrón con sabor a Papa Francisco.Juan José Aguirre, obispo de Bangassou

Este año el mejor regalo de Navidad que hemos recibido en Centroáfrica ha sido el Papa Francisco. El eco de su visita todavía resuena en nuestros oídos. Llegó como un ángel blanco con zapatos negros y gastados y, con solo su estar, sonreír y acariciar, hizo saltar de un plumazo los negros augurios que pronosticaban una visita saboteada y rota.
Cuando acarició a su niño, una madre se echó a llorar de emoción. El de la foto de abajo es de un campo de desplazados que visitó justo después de la acogida ritual con fanfarrias en el palacio presidencial.
Del abrazo de ministros y funcionarios (también ellos muy felices con su visita) se marchó al otro extremo: a la dura vida del día a día, del sobrevivir con menos que nada en un campo de gentes en donde todos lo habían perdido todo.
Cuando vieron al Papa paseando junto a ellos, buscándolos incluso para poder acariciar sus cabezas apenas trenzadas al estilo africano, sintieron que no lo habían perdido todo, porque tenían sonrisas a raudales por sentirse bendecidos con la sola experiencia de las yemas de sus dedos.
El Papa Francisco se pateó el campo de desplazados de arriba a abajo. Creo que tocó a más de 400 personas, la mayoría niños. Bajo un sol de plomo porque era ya medio día. Sonrió a las madres, acarició los niños, con el mismo cariño que acabará acariciando el niño Jesús de su Belén en Santa Marta.
Los niños que el Papa Francisco tocó en Bangui, sin mediar palabra, justo con un intercambio de miradas cómplices, era ya un deseo de Feliz Navidad.
Luego se acercó a acariciar a aquella mujer en el pediátrico de Bangui. Podría haber sido en el "Buen Samaritano" en Bangassou, tantas veces hemos visto esa escena repetida.
Esa mujer, que todo el mundo vino a saludar al día siguiente porque la habían visto en la prensa junto al Papa, es, junto al niño, el segundo símbolo de nuestra navidad. ¡Feliz navidad a todos los amigos de la Fundación Bangassou!
Algunos creyeron que era un niño. Si nos fijamos, es una mujer de 25-30 años, de 35-40 kilos de peso corporal, con una enfermedad en fase terminal, seguramente Sida, sobre abiertos los ojos, menguados sus pechos, como vaciada de vísceras, reducida a un amasijo de huesos y humanidad... Papa Francisco le coge la mano, luego alarga la otra hacia su frente...
Ella mira a la cruz como desangelada y él baja la mirada pudoroso al encontrarse junto a un misterio. El misterio del sufrimiento llevado a límites fuera de lo normal, una serie interminable de píldoras amargas que han llevado a esa joven a ese extremo de desamparo...
Finalmente, aparezco en otra foto junto al Papa. Después del campamento de desplazados, quiso encontrar a los 10 obispos de Centroáfrica. Nos saludó uno a uno. Yo le hablé en español mientras que el Nuncio traducía en francés para los otros obispos.

Le hablé de Bangassou, de los peregrinos que han hecho tres días de camión por pistas llenas de violentos para venir a verlo y de que después nos tocaba la vuelta. Pero que todo era poco por el placer de oír su mensaje y ver sus gestos de coraje que buscan la fraternidad en una sociedad huérfana de guiños de amor.
Me dijo que estaba impresionado de ver que 2.800 jóvenes scouts habían hecho como "un muro" para que nadie entrara por donde su coche iba a pasar. ¡Los jóvenes de Bangui protegiendo al Papa Francisco! Feliz Navidad a todos y próspero año 2016....

Juan José Aguirre, obispo de Bangassou
Fuente: Religión digital

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