Abrir
el corazón a la misericordia, frente a las desgracias que padecen los
emigrantes en el mar, “no fáciles de perdonar”. Es la invitación que hizo el Papa Francisco mediante una video conexión con Asís. En efecto, desde la Ciudad
del Vaticano, la tarde del II Domingo de Adviento, el Pontífice encendió,
simbólicamente, el Pesebre y el Árbol de Navidad frente a la Basílica de San
Francisco de Asís, ambos símbolos dedicados a los emigrantes.
Antes
de la conexión con el Obispo
de Roma, Monseñor Georg Gänswein, Prefecto de la Casa Pontificia, celebró la Santa Misa en la
Basílica Inferior de Asís, en cuya homilía invitó a ponerse a la escucha de la
Palabra del Señor, recorriendo tres vías siguiendo el ejemplo de San Juan
Bautista, a saber: el desierto, o sea el lugar de la oración y de la reflexión;
la conversión, que cambia radicalmente nuestra vida a través de la caridad y la
esperanza y, en fin, la misión, porque el cristiano no debe tener miedo de
hablar de Cristo.
Monseñor Gänswein bendijo el Pesebre que fue preparado en una barca de siete metros
de longitud, que navegó por el mar Mediterráneo y que en marzo de 2014 permitió
el traslado de nueve tunecinos a la isla italiana de Lampedusa.
Durante
la ceremonia también asistieron 31 prófugos hospedados por la Caritas diocesana
procedentes de Afganistán, Camerún, Irán y Nigeria y un oficial de la Marina
Militar que participó en las operaciones de salvataje de los emigrantes en el
canal de Sicilia.
Hablando
espontáneamente, el Papa Francisco dijo:
“Mirando
aquella barca… Jesús siempre está con nosotros, también en los momentos
difíciles. ¡Cuántos hermanos y hermanas se han ahogado en el mar! Están con el
Señor, ahora. Él ha venido a darnos esperanza, y debemos tomar esta esperanza.
Ha venido para decirnos que Él es más fuerte que la muerte, que Él es más
grande que toda maldad. Ha venido para decirnos que es misericordioso, todo
misericordia; y en esta Navidad los invito a abrir el corazón a la
misericordia, al perdón. Pero no es fácil perdonar estas matanzas. No es
fácil”.
El
Santo Padre agradeció de corazón a las mujeres y a los hombres que componen la
Guardia Costera, porque han sido instrumento de la esperanza que nos trae
Jesús. Y añadió que han sido sembradores de esperanza, de la esperanza de
Jesús.
Tras
agradecer las palabras de uno de los emigrantes que la tierra italiana ha
recibido generosamente, Francisco añadió que el Sur de Italia ha sido un
ejemplo de solidaridad para todo el mundo. Y manifestó su deseo de que al ver
ese Pesebre todos puedan decirle a Jesús: “¡También yo he dado una mano para
que tú seas un signo de esperanza”!
A todos
los refugiados el Papa Francisco les dijo, con las palabras del Profeta:
“Levanten la cabeza, el Señor está cerca. Y con Él la fuerza, la salvación, la
esperanza. El corazón, quizás, afligido, pero la cabeza alta en la esperanza
del Señor.
Y
concluyó diciendo:
“A
todos ustedes refugiados, y a todos ustedes de la Guardia Costera, les agrazo y
les deseo una Santa Navidad, llena de esperanza, y con tantas caricias del
Señor”.
(María
Fernanda Bernasconi - RV).
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