domingo, 1 de noviembre de 2015

El evangelio propone un camino de felicidad

1. Un estilo de vida. Ser pobre o caminar en la lógica del don; saliendo de la propia tierra y tendiendo la mano al otro en quien percibimos la presencia de Dios. Sufrir por amor hacia el otro herido en su dignidad como persona por la miseria, el abandono, la injusticia o el desprecio. Dichosos los que lloran en las desgracias y las humillaciones de la vida, porque Dios está con ellos amándolos y, ocurra lo que ocurra, mantendrán la confianza. Felices los misericordiosos por que la compasión y el compromiso por liberar a los otros de sus dolencias y marginación manifiestan que Dios misericordioso está y actúa en ellos.
Dichosos los limpios de corazón -los que no son hipócritas sino consecuentes con lo que creen- porque siguen la conducta de Jesucristo, testigo fiel de Dios. Dichosos los que construyen la paz en sus familias, en su trabajo y en la sociedad, porque están colaborando al proyecto de un mundo fraterno que anhelamos todos en el fondo de nuestros corazones. Felices los perseguidos porque se comprometen de verdad en establecer una sociedad más justa donde todas las personas puedan tener una vida digna y satisfacer sus derechos fundamentales.
2. Una forma de vivir, no prioritariamente a cumplimiento de prácticas religiosas. No quiere decir que éstas carezcan de sentido, sino que deben ser expresión y ayuda para fomentar y mantener una conducta. En la conducta histórica de Jesús encontramos gestos sacramentales; por ejemplo comidas con los pobres, la última cena, lavar los pies a sus discípulos; esos gestos eran significativos porque manifestaban y ratificaban el talante que caracterizó a dicha conducta: movido a compasión, fue pobre, curó enfermos, derribó muros de separación, defendió la dignidad de todos, y por esa causa entregó su propia vida. En las canonizaciones de santos, la Iglesia quiere resaltar ejemplos de mujeres y de hombres que intentaron recrear en su propia vida la conducta de Jesús.
3. Jesucristo es Palabra que a todo ser humano ilumina. Son innumerables las personas, religiosas o no, que ignorando sin culpa el evangelio y la Iglesia, buscan a Dios con un corazón sincero y siguiendo el dictamen de su conciencia tratan de ser honradas, construir un mundo en paz y en justicia. Procediendo en la lógica del amor y de la gratuidad también son testigos de Dios revelado en Jesucristo, "Padre misericordioso" que a todos y a todo da vida y aliento. La Iglesia es el signo e instrumento de esa unión íntima con Dios que une a toda la humanidad, y va tomando cuerpo en la historia. Los santos ya no caben en el calendario y por eso celebramos con alegría la fiesta de "todos los santos.

Jesús Espeja 

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