«Nada podrá separarnos nunca del amor de Dios, en Cristo Jesús Nuestro
Señor», reiteró el Papa Francisco en su homilía, en la Misa de la mañana, en la
Casa de Santa Marta.
Nuestra victoria es el amor inexplicable de Dios
Con la primera lectura de San Pablo que explica que los cristianos son
vencedores porque «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?»,
el Santo Padre hizo hincapié en que si Dios nos salva ¿quién nos condenará? Y
señaló que lo único que nos hace vencedores es el amor de Dios:
«No es que nosotros somos vencedores contra nuestros enemigos, contra el
pecado ¡No! Nosotros estamos tan enlazados al amor de Dios, que ninguna
persona, ninguna potencia, ninguna cosa nos podrá separar de este amor.
Pablo ha visto en el don, ha visto más, lo que da el don: es el don
de la recreación, es el don de la regeneración en Cristo Jesús. Ha visto el
amor de Dios. Un amor que no se puede explicar».
La impotencia de Dios es su incapacidad de no amar
«Cada hombre, cada mujer puede rechazar el don y preferir su vanidad, su
orgullo, su pecado. Pero el don está»:
«El don es el amor de Dios, un Dios que no puede separarse de nosotros. Esa
es la impotenciade Dios. Nosotros decimos: ‘¡Dios es poderoso, lo
puede todo! Menos una cosa: ¡separarse de nosotros! En el Evangelio esa imagen
de Jesús que llora sobre Jerusalén, nos hace comprender algo de este amor.
¡Jesús ha llorado! Ha llorado sobre Jerusalén y en ese llanto está toda la impotencia de
Dios: su incapacidad de no amar, de no separarse de nosotros».
Dios nos dice aún hoy que nos ama con su ternura de papá, en Cristo Señor
Nuestro, que es nuestra seguridad
«Jesús lloró sobre Jerusalén que mata a sus profetas, aquellos que anuncian
la salvación. Y Dios le dice a Jerusalén y nos lo dice a todos: ¡Cuántas veces
quise reunir a tus hijos como una clueca hace con sus polluelos bajo sus alas y
ustedes no han querido! Es una imagen de ternura», reiteró el Papa Francisco,
evocando una vez más las palabras de Jesús: ¡Cuántas veces quise sentir esta
ternura, este amor, como la clueca con sus polluelos y ustedes lo han
rechazado». Por ello San Pablo comprende y puede decir que está convencido de
que «ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni
futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá
apartarnos del amor»
«¡Dios no puede no amar! Ésta es nuestra seguridad. Yo puedo rechazar ese
amor, puedo rechazar como rechazó el buen ladrón, hasta el final de su vida.
Pero, allí lo esperaba ese amor. El más malo, el más blasfemador es amado por
Dios, con una ternura de padre, de papá. Y, como dice Pablo, como dice el
Evangelio, como dice Jesús: ‘Como una clueca con sus polluelos’. Y Dios el
Poderoso, el Creador puede hacer todo: ¡Dios llora! En este llanto de Jesús
sobre Jerusalén, en esas lágrimas, está todo el amor de Dios. Dios llora por
mí, cuando me alejo; Dios llora por cada uno de nosotros; Dios llora por los
malvados, que hacen tantas cosas feas, tanto mal a la humanidad… Espera, no
condena, llora. ¿Por qué? ¡Porque ama!»
(CdM - RV)
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