Estar atentos ante los doctores de
la ley que acortan los horizontes de Dios y empequeñecen su amor. Es uno
de los pasajes de la homilía del Papa
Francisco durante la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa
Marta, centrada en el mandamiento del amor y en la tentación de querer
ser revisores de la salvación.
“Una de las cosas más difíciles de
entender, para todos nosotros los cristianos, es la gratuidad de la salvación
en Jesucristo”. El Papa
Bergoglio desarrolló su homilía subrayando que ya San
Pablo se había enfrentado a grandes dificultades para hacer comprender a los
hombres de su tiempo que ésta es la verdadera doctrina: “La gratuidad de la
salvación”. “Nosotros – observó el Pontífice – estamos habituados a oír que
Jesús es el Hijo de Dios, que ha venido por amor, para salvarnos y que murió
por nosotros. Y “lo hemos oído tantas veces – dijo – que nos hemos
acostumbrado”. A la vez que añadió que cuando entramos en el misterio de Dios
de “este amor sin límites”, permanecemos “maravillados” y quizá “preferimos no
entenderlo”.
No acortar los horizontes de Dios,
puesto que su amor no tiene límites
Hacer lo que “Jesús nos dice que
hagamos – dijo también Francisco – es algo bueno que se debe
hacer”, y ésta es “mi respuesta a la salvación, que es gratuita, porque
proviene del amor gratuito de Dios”:
“También Jesús parece un poco obstinado
contra estos doctores de la ley, porque les dice cosas fuertes. Les dice cosas
fuertes y muy duras. ‘Ustedes han quitado la llave del conocimiento,
ustedes no han entrado, y a los que querían entrar ustedes se lo han impedido,
porque se han llevado la llave’, es decir, la llave de la gratuidad de la
salvación, de aquel conocimiento”.
Y estos doctores de la ley – prosiguió diciendo
Francisco – “sólo pensaban que respetando todos los mandamientos podían
salvarse, y que quien no hacía eso era condenado”. De este modo, “acortaban los
horizontes de Dios y hacían el amor de Dios pequeño, pequeño” a la “medida de
cada uno de nosotros”. Y añadió que ésta es “la lucha que tanto Jesús como
Pablo hacen para defender la doctrina”.
No convertirse en revisores de la
salvación
El Santo Padre observó que ciertamente existen
los mandamientos, pero la síntesis de todo – dijo – es “amar a Dios y amar al
próximo”. Y con esta “actitud de amor” – explicó el Papa – “nosotros estamos a
la altura de la gratuidad de la salvación, porque el amor es gratuito”. “Si yo
digo ‘ah, yo te amo’, pero tengo un interés detrás – advirtió – eso
no es amor, eso es interés”:
“Y por esto Jesús dice: ‘El amor más
grande es esto: amar a Dios con toda la vida, con todo el corazón, con toda la
fuerza, y al prójimo como a ti mismo’. Porque es el único mandamiento que está
a la altura de la gratuidad de la salvación de Dios. Y después Jesús añade: ‘En
este mandamiento están todos los demás, porque llama – haz todo el bien – a
todos los demás’. Pero la fuente es el amor; el horizonte es el amor. Si tú
cerraste la puerta y te llevaste la llave del amor, no estarás a la altura de
la gratuidad de la salvación que has recibido. Esta lucha por el control de la
salvación – sólo se salvan estos, estos, que hacen estas cosas – no ha
terminado con Jesús y con Pablo”.
Este año – dijo también Francisco –
se celebran los 500 años del nacimiento de Santa Teresa de Ávila que festejamos
hoy. Una mística, una mujer – afirmó – a la que “el Señor le ha dado la gracia
de comprender los horizontes del amor” y “también ella fue juzgada por los
doctores de su tiempo”. Cuántos “santos – dijo el Papa – fueron
perseguidos por defender el amor, la gratuidad de la salvación, la doctrina.
Tantos santos. Pensemos en Juana de Arco”.
No dejarse engañar por quien quiere
limitar el amor de Dios
Esta lucha – reafirmó Francisco – “no
termina, porque también es una lucha que llevamos dentro”. Y nos hará bien hoy
preguntarnos: “¿Creo que el Señor me ha salvado gratuitamente?, ¿yo credo que
no merezco la salvación? ¿Y si merezco algo es por medio de Jesucristo y de lo
que Él ha hecho por mí?”
“Hagámonos hoy estas preguntas, sólo así
seremos fieles a este amor tan misericordioso: amor de padre y de madre, porque
también Dios dice que Él es como una madre con nosotros; amor, horizontes
grandes, sin límites, sin limitaciones. Y no nos dejemos engañar por los doctores
que limitan este amor”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
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