El
episodio parece insignificante. Sin embargo, encierra un trasfondo de gran
importancia para los seguidores de Jesús. Según el relato de Marcos, algunos tratan de acercar a Jesús a
unos niños y niñas que corretean por allí. Lo único que buscan es que aquel
hombre de Dios los pueda tocar para comunicarles algo de su fuerza y de su
vida. Al parecer, era una creencia popular.
Los discípulos se molestan y tratan de impedirlo. Pretenden
levantar un cerco en torno a Jesús. Se atribuyen el poder de decidir quiénes
pueden llegar hasta Jesús y quiénes no. Se interponen
entre él y los más pequeños, frágiles y necesitados de aquella
sociedad. En vez de facilitar su acceso a Jesús, lo obstaculizan.
Se han olvidado ya del gesto de Jesús que, unos días antes, ha
puesto en el centro del grupo a un niño para que aprendan bien que son los
pequeños los que han de ser el centro de atención y cuidado de sus discípulos. Se han olvidado de cómo lo ha abrazado delante de todos,
invitándoles a acogerlos en su nombre y con su mismo cariño.
Jesús se indigna. Aquel comportamiento de sus discípulos es
intolerable. Enfadado, les da dos órdenes: «Dejad que los niños se acerquen a mí.
No se lo impidáis». ¿Quién les ha enseñado a actuar de una
manera tan contraria a su Espíritu? Son, precisamente, los pequeños, débiles e
indefensos, los primeros que han de tener abierto el acceso a Jesús.
La
razón es muy profunda pues obedece a los designios del Padre: «De los que son
como ellos es el reino de Dios». En el reino de Dios y en el grupo de Jesús,
los que molestan no son los pequeños, sino los grandes y poderosos, los que
quieren dominar y ser los primeros.
El centro de su
comunidad no ha
de estar ocupado por personas fuertes y poderosas que se imponen a los demás
desde arriba. En su comunidad se necesitan hombres y mujeres que buscan el
último lugar para acoger, servir, abrazar y bendecir a los más débiles y
necesitados.
El
reino de Dios no se difunde desde la imposición de los grandes sino desde la
acogida y defensa a los pequeños. Donde estos se convierten en el centro de
atención y cuidado, ahí está llegando el reino de Dios, la sociedad humana que
quiere el Padre.
José Antonio Pagola
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