Antes he dicho que en algunos pacientes la muerte se aferra a su
presa. Pero también he visto como en algunos la medicina clava sus afiladas
garras. Hay que dejar partir. Los médicos deberían exponer al paciente cual es
la situación real, a veces una situación irrecuperable, una situación de
inexorable hundimiento, de progresivo avance del colapso.
Hay casos en los que lo más caritativo sería preguntarle al paciente si quiere
tener una muerte natural por el fallo de sus órganos o si prefiere seguir vivo
dos meses más pero sin moverse de la cama, conectado cada vez a más tubos.
Si esa gente tuviera la experiencia hospitalaria que tengo, muchos preferirían
dejar el mundo en el salón de su casa, libres de vías intravenosas, tubos de
goma hasta el estómago, ventilación artificial y un largo y penoso etcétera
pero en el que cada elemento del inventario no está exento de un peaje de
dolor.
Dejar la vida con tranquilidad cuando el mecanismo deje de
funcionar de forma natural. No aferrarnos a toda costa como un naúfrago que se
abraza a una boya.
Padre Fortea
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