El encuentro más grande de su vida
El día en que
Natanael o Bartolomé se encontró por primera vez a Jesús fue para toda su
vida una fecha memorable, totalmente inolvidable.
El evangelio de San Juan la
narra de la siguiente manera: "Jesús se encontró a Felipe y le dijo:
"Sígueme". Felipe se encontró a Natanael y le dijo: "Hemos
encontrado a aquél a quien anunciaron Moisés y los profetas. Es Jesús de
Nazaret". Natanael le respondió: " ¿Es que de Nazaret puede salir algo
bueno?" Felipe le dijo: "Ven y verás". Vio Jesús que se
acercaba Natanael y dijo de él: "Ahí tienen a un israelita de verdad, en
quien no hay engaño" Natanael le preguntó: "¿Desde cuándo me
conoces?" Le respondió Jesús: "antes de que Felipe te llamara,
cuando tú estabas allá debajo del árbol, yo te vi". Le respondió
Natanael: "Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de
Israel". Jesús le contestó: "Por haber dicho que te vi debajo del
árbol, ¿crees? Te aseguró que verás a los ángeles del cielo bajar y subir
alrededor del Hijo del Hombre." (Jn. 1,43 ).
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Felipe, lo primero que hizo al experimentar el
enorme gozo de ser discípulo de Jesús fue ir a invitar a un gran amigo a que
se hiciera también seguidor de tan excelente maestro. Era una antorcha que
encendía a otra antorcha. Pero nuestro santo al oír que Jesús era de Nazaret
(aunque no era de ese pueblo sino de Belén, pero la gente creía que había
nacido allí) se extrañó, porque aquél era uno de los más pequeños e ignorados
pueblecitos del país, que ni siquiera aparecía en los mapas. Felipe no le
discutió a su pregunta pesimista sino solamente le hizo una propuesta:
"¡Ven y verás que gran profeta es!"
Una revelación que lo convenció.
Y tan pronto como Jesús vio que nuestro santo se le
acercaba, dijo de él un elogio que cualquiera de nosotros envidiaría:
"Este sÍ que es un verdadero israelita, en el cual no hay engaño".
El joven discípulo se admira y le pregunta desde cuándo lo conoce , y el
Divino Maestro le añade algo que le va a conmover: "Allá, debajo de un
árbol estabas pensando qué sería de tu vida futura. Pensabas: ¿Qué querrá
Dios que yo sea y que yo haga? Cuando estabas allá en esos pensamientos, yo
te estaba observando y viendo lo que pensabas". Aquélla revelación lo
impresionó profundamente y lo convenció de que este sí era un verdadero
profeta y un gran amigo de Dios y emocionado exclamó:
"¡Maestro, Tú eres el hijo de Dios! ¡Tú eres el
Rey de Israel! ¡Maravillosa proclamación! Probablemente estaba meditando muy
seriamente allá abajo del árbol y pidiéndole a Dios que le iluminara lo que
debía de hacer en el futuro, y ahora viene Jesús a decirle que El leyó sus
pensamientos. Esto lo convenció de que se hallaba ante un verdadero profeta,
un hombre de Dios que hasta leía los pensamientos. Y el Redentor le añadió
una noticia muy halagadora. Los israelitas se sabían de memoria la historia
de su antepasado Jacob, el cuál una noche, desterrado de su casa, se durmió
junto a un árbol y vio una escalera que unía la tierra con el cielo y
montones de ángeles que bajaban y subían por esa escalera misteriosa. Jesús
explica a su nuevo amigo que un día verá a esos mismos ángeles rodear al Hijo
del Hombre, a ese salvador del mundo, y acompañarlo, al subir glorioso a las
alturas.
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Desde entonces nuestro santo fue un discípulo
incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía poderes y
sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles presenció los
admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y recibió el
Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.
El libro muy antiguo, y muy venerado, llamado el Martirologio Romano,
resume así la vida posterior del santo de hoy: "San Bartolomé predicó
el evangelio en la India. Después pasó a Armenia y allí convirtió a muchas
gentes. Los enemigos de nuestra religión lo martirizaron quitándole la
piel, y después le cortaron la cabeza".
Para San Bartolomé, como para nosotros, la
santidad no se basa en hacer milagros, ni en deslumbrar a otros con hazañas
extraordinarias, sino en dedicar la vida a amar a Dios, a hacer conocer y
amar mas a Jesucristo, y a propagar su santa religión, y en tener una
constante caridad con los demás y tratar de hacer a todos el mayor bien
posible.
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EWTN
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