Hay que "actualizar el proyecto del reino de
Dios en la sociedad contemporánea.
Sería también hoy un grave error que la Iglesia
quedara prisionera de tradiciones humanas de nuestros antepasados.
No sabemos cuándo ni dónde ocurrió el enfrentamiento. Al
evangelista solo le interesa evocar la atmósfera en la que se mueve Jesús,
rodeado de maestros de la ley, observantes escrupulosos de las tradiciones, que se resisten ciegamente a la novedad que el Profeta del amor quiere introducir en sus vidas.
Los fariseos observan indignados que sus discípulos comen con manos impuras. No lo pueden
tolerar: «¿Por qué tus discípulos no siguen las tradiciones de los mayores?».
Aunque hablan de los discípulos, el ataque va dirigido a Jesús. Tienen razón.
Es Jesús el que está rompiendo esa obediencia ciega a las tradiciones al crear
en torno suyo un «espacio de libertad» donde lo decisivo es el amor.
Aquel grupo de maestros religiosos no ha entendido nada
del reino de Dios que Jesús les está anunciando. En su corazón no reina Dios.
Siguen reinando la ley, las normas, los usos y las costumbres marcadas por las
tradiciones. Para ellos lo importante es observar lo establecido por «los mayores». No piensan en el bien
de las personas. No les preocupa «buscar el reino de Dios y su justicia».
El error es grave. Por eso, Jesús les responde con palabras
duras: «Vosotros dejáis de lado el
mandamiento de Dios para
aferraros a la tradición de los hombres».
Los doctores hablan con veneración de «tradición de los
mayores» y le atribuyen autoridad divina. Pero Jesús la califica de «tradición
humana». No hay que confundir jamás la voluntad de Dios con lo que es fruto de los hombres.
Sería también hoy un grave error que la Iglesia quedara
prisionera de tradiciones humanas de nuestros antepasados, cuando todo nos está
llamando a una conversión profunda a Jesucristo, nuestro único Maestro y Señor. Lo que nos ha de preocupar no es conservar intacto el pasado, sino hacer
posible el nacimiento de
una Iglesia y de unas comunidades cristianas capaces de reproducir con
fidelidad el Evangelio y de actualizar el proyecto del reino de Dios en la
sociedad contemporánea.
Nuestra responsabilidad primera no es repetir el pasado, sino hacer posible en nuestros días la acogida
de Jesucristo, sin ocultarlo ni oscurecerlo con tradiciones
humanas, por muy venerables que nos puedan parecer.
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