De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre el
evangelio de san Juan (Tratado 124, 5. 7: CCL 36, 685-687)
La Iglesia sabe de dos vidas, ambas anunciadas y
recomendadas por el Señor; de ellas, una se desenvuelve en la fe, la otra en la
visión; una durante el tiempo de nuestra peregrinación, la otra en las moradas
eternas; una en medio de la fatiga, la otra en el descanso... La primera vida es significada por el apóstol Pedro, la segunda por
el apóstol Juan....
Por eso se le dice a Pedro: Sígueme; en cambio de Juan se
dice: Si yo quiero que él permanezca así hasta mi venida, ¿a ti qué? Tú,
sígueme. «Tú, sígueme por la imitación en soportar las dificultades de esta
vida; él, que permanezca así hasta mi venida para otorgar mis bienes.» Lo cual
puede explicarse más claramente así: «Sígame una actuación perfecta, impregnada
del ejemplo de mi pasión; pero la contemplación incoada permanezca así hasta mi
venida para perfeccionarla.» [...]
Pero nadie separe lo que significan estos dos
apóstoles, ya que ambos estaban incluidos en lo que significaba Pedro y ambos
estarían después incluidos en lo que significaba Juan. El seguimiento del uno y
la permanencia del otro eran un signo. Uno y otro, creyendo, toleraban los
males de esta vida presente; uno y otro, esperando, confiaban alcanzar los
bienes de la vida futura.
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