El 6 de junio del año 1545 nacía en
Valladolid Jerónimo Gracián, amigo y compañero de Teresa de Jesús. El año
pasado se cumplieron cuatrocientos años de su muerte, que tuvo lugar en
Bruselas el 21 de septiembre de 1614.
¿Cómo tuvo Gracián conocimiento de Teresa de
Jesús? Bastante
antes de conocerla personalmente en Beas de Segura, se tropezó con el libro de
las Constituciones en el convento de la Imagen de Alcalá, fundado por María
de Jesús (Yepes), también reformadora carmelita. Teresa de Jesús había
dejado un ejemplar de sus Constituciones en este convento cuando le
pidieron ayuda para encauzar la vida de esta comunidad y estuvo unos meses con
ellas. El propio Gracián narra la carambola que le llevó a este
“encuentro” en su obra Scholias y adiciones a la Vida de santa
Teresa compuesta por el P. Ribera:
«Esta sierva de Dios [María de Jesús Yepes] fue el primer motivo
que tuve para entrar en esta Religión y conocer a la M. Teresa de Jesús. Porque
estando en Alcalá recién ordenado de misa, nunca la solía decir sino en el
Colegio de la Compañía de Jesús.
Y un día de señor S. Francisco del año del Señor de 1571 parecióme sería
bueno irla a decir a S. Juan de la Penitencia, monasterio de monjas Franciscas,
donde estaba por doncella María de San José, mi hermana, que ahora es Supriora
en Madrid. Pero cuando yo llegué, ya habían cerrado la iglesia y no había
aparejo. Y así, me fui a la Concepción, que era allí cerca, donde me rogaron se
la cantase porque no tenían misa y tenían obligación de decirla cantada.
Respondiéndoles que no sabía cantar, dijeron que entonadamente, como
ellas cantaban, bien sabría. Acabada la misa, en la cual no se halló ningún
seglar sino una señora llamada doña Beatriz de Mendoza con una hija suya
que después se vino a casar con don Francisco de Cepeda, sobrino de la santa M.
Teresa de Jesús, predíqueles del señor S. Francisco, pensando que eran
Descalzas Franciscas.
Y después, hablando a la M. María de Jesús, dijome que eran
Descalzas Carmelitas y contóme de su regla y estatutos, y rogóme la confesase a
ella y a otras que lo pidieron.
Para hacer bien hecho este ministerio, pedí a una me prestase la Regla
que profesaban. Diómela, que era la de la M. Teresa de Jesús, y entonces fue la
primera noticia que de ella tuve.
Agradáronme tanto aquellas Constituciones, que por curiosidad hice
apuntamientos de ellas, y después escribí algunas advertencias acerca de ellas,
sacadas de lo que la Sagrada Escritura dice de la vida de los profetas de esta
Orden, para enviar a la M. Teresa de Jesús, escribiéndola sin conocerla; ella
me lo agradeció mucho. Y creo yo que debió de hacer con sus oraciones de manera
que vine a tomar el hábito de esta Orden, con vocación tan contraria a todas
las razones humanas cual se espantará quien la leyere en el libro que tengo escrito
de las Fundaciones de los Descalzos».
Lejos estaba él de pensar aquel día, cuando le
entregaron las Constituciones, que el encuentro con aquella mujer le cambiaría
la vida.
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