La jornada
del Viernes Santo concluyó con la celebración del Vía Crucis en el Coliseo de
Roma. Al término, el Papa Francisco pronunció esta oración:
«Oh Cristo crucificado y victorioso, tu Vía Crucis es la síntesis de tu vida y
el icono de tu obediencia a la voluntad del Padre y la realización de tu
infinito amor por nosotros, pecadores, y la prueba de tu
misión y el cumplimiento definitivo de la revelación y de la historia de la
salvación.
El peso de tu cruz nos libra de todos nuestros pesos. En tu obediencia a la
voluntad del Padre nosotros nos percatamos de nuestra rebelión y desobediencia.
En Ti, vendido, traicionado, y crucificado por tu gente y por tus seres
queridos, vemos nuestras traiciones cotidianas y nuestras habituales
infidelidades. En tu inocencia, Cordero inmaculado, veamos nuestra
culpabilidad.
En tu Rostro abofeteado, escupido, desfigurado, vemos la brutalidad de
nuestros pecados. En la crueldad de tu Pasión vemos la crueldad de nuestro
corazón y de nuestras acciones.
En tu sentirte abandonado vemos a todos los abandonados por sus familiares,
por la sociedad, de la atención y de la solidaridad.
En tu cuerpo sacrificado, desgarrado y lacerado vemos los cuerpos de
nuestros hermanos abandonados a lo largo de las calles, desfigurados por
nuestra negligencia y por nuestra indiferencia.
En tu sed, Señor, vemos la sed de tu Padre misericordioso que en ti ha
querido abrazar, perdonar y salvar a toda la humanidad.
En Ti, Divino Amor, vemos aún hoy a nuestros hermanos perseguidos,
decapitados y crucificados por su fe en Ti, bajo nuestros ojos o con frecuencia
con nuestro silencio cómplice.
Imprime, Señor, en nuestros corazones sentimientos de fe, esperanza,
caridad, dolor por nuestros pecados y llévanos a arrepentirnos de nuestros
pecados que te han crucificado.
Condúcenos a transformar nuestra conversión hecha de palabras, en
conversión de vida y de obras. Llévanos a custodiar en nosotros un recuerdo
vivo de tu rostro desfigurado para no olvidar jamás el enorme precio que pagaste
para liberarnos.
Jesús crucificado, refuerza en nosotros la fe que para que no se derrumbe
frente a las tentaciones. Reaviva en nosotros la esperanza para que no se
pierda siguiendo las seducciones del mundo. Custodia en nosotros la caridad que
no se deja engañar por la corrupción y la mundanidad.
Enséñanos que la Cruz es camino a la Resurrección. Enséñanos que el Viernes
Santo es el camino hacia la Pascua de la luz.
Enséñanos que Dios jamás se olvida de ninguno de sus hijos y que no se
cansa nunca de perdonarnos y de abrazarnos con su infinita misericordia, pero
enséñanos también a no cansarnos jamás de pedir perdón y de creer en la
misericordia sin límites del Padre”».
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame
y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe
por los siglos de los siglos. Amén.
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