«Hoy la
Iglesia es Iglesia de mártires». Y entre ellos están «nuestros hermanos
degollados en la playa de Libia; el joven quemado vivo por sus compañeros por
ser cristiano; los emigrantes que en alta mar fueron arrojados al mar por ser
cristianos; los etíopes, asesinados por ser cristianos». Haciendo referencia a
la historia del protomártir san Esteban, el Papa Francisco, en la misa que
celebró el martes 21 de abril en la capilla de la Casa Santa Marta, recordó a
los numerosos mártires de hoy: también aquellos de quienes no conocemos los
nombres, que sufren en las cárceles o que son calumniados y perseguidos «por
los numerosos sanedrines modernos» o, también, los que viven cada día «la
fidelidad en su familia».
El
Pontífice inició la homilía indicando precisamente lo que une a los numerosos
mártires: son los que, explicó, «en la historia de la Iglesia dieron testimonio
de Jesús» sin tener «necesidad de otros panes: para ellos era suficiente sólo
Jesús, porque tenían fe en Jesús». Y «hoy —destacó— la Iglesia nos hace
reflexionar y nos propone, en la liturgia de la Palabra, al primer mártir
cristiano», san Esteban, de quien hablan los Hechos de los apóstoles (7,
51-8,1).
«Este
hombre no tenía hambre, no tenía necesidad de hacer negociaciones, componendas
con otros panes, para sobrevivir», afirmó el Papa. Y con este estilo «dio
testimonio de Jesús» hasta el martirio. Ya «ayer —recordó refiriéndose a la
liturgia de la Palabra del día anterior— la Iglesia comenzó a hablar de él:
algunos de la sinagoga, los “libertos”, se pusieron de pie para discutir con
Esteban pero no lograban resistir a la sabiduría y al espíritu con el que él
hablaba». En efecto, explicó, «Esteban estaba lleno del Espíritu Santo y
hablaba con la sabiduría del Espíritu: era fuerte». Y así estas personas
«instigaron a algunos para que dijesen que lo habían escuchado pronunciar
palabras contra Moisés y contra Dios, y dar un falso testimonio». Con estas
acusaciones «levantaron al pueblo, a los ancianos, a los escribas: se
abalanzaron sobre él, lo capturaron y lo llevaron ante el sanedrín».
«Es curioso» —destacó el Papa— cómo «la historia de Esteban»
sigue «los mismos pasos de la historia de Jesús», es decir, el esquema de los
«falsos testimonios» para «levantar al pueblo y llevarlo a juicio. Y hoy hemos
escuchado cómo termina esta historia, porque Esteban en el sanedrín explica la
doctrina de Jesús, hace una larga explicación». En realidad, sus acusadores «no
querían escuchar, tenían el corazón cerrado». Así, «al final Esteban, con la
fuerza del Espíritu, les dijo la verdad: “Duros de cerviz, incircuncisos de
corazón y de oídos”, es decir paganos, “no tenéis el corazón y los oídos de la
fe en Dios”». Con ese «sois paganos, incircuncisos» Esteban precisamente
«quiere decir eso». Y añadió: «Vosotros siempre resistís al Espíritu Santo».
«Una de las características de la terquedad ante la Palabra de
Dios» es, precisamente, la «resistencia al Espíritu Santo», explicó el Papa,
repitiendo las palabras de Esteban: vosotros sois «como vuestros padres. ¿Hubo
un profeta que vuestros padres no persiguieran?». Esteban «recuerda a muchos
profetas que fueron perseguidos y asesinados por haber sido fieles a la Palabra
de Dios». Luego, «cuando él confiesa su visión de Jesús, lo que Dios le hace
ver en ese momento, estando él lleno del Espíritu Santo, ellos se
escandalizaron y a gran voz dieron un grito estentóreo, se taparon los oídos».
Y esto es un «buen signo», comentó el Papa, porque «no querían escuchar». Y así
«se abalanzaron todos juntos sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se
pusieron a apedrearlo».
Y esta es siempre «la historia de los mártires», también «los
del Antiguo Testamento, de los que hablaba Esteban en el sanedrín». La cuestión
es que la «Palabra de Dios no siempre cae bien a algunos corazones; la Palabra
de Dios molesta cuando tú tienes el corazón duro, cuando tu corazón es pagano,
porque la Palabra de Dios te interpela a seguir adelante, buscando y dándote de
comer con ese pan del cual hablaba Jesús».
«En la historia de la revelación» afirmó el Papa Francisco, hay
«muchos mártires que fueron asesinados por ser fieles a la Palabra de Dios, a
la verdad de Dios». Así, «el martirio de Esteban se asemeja mucho al sacrificio
de Jesús». Y mientras lo lapidaban Esteban oraba diciendo: «Señor Jesús, recibe
mi espíritu». Cómo no recordar lo que Jesús había dicho en la cruz: «Padre, en
tus manos encomiendo mi espíritu». E, incluso, los Hechos de los Apóstoles nos
relatan que Esteban «cayó de rodillas y gritó a gran voz: “Señor, no le tengas
en cuenta este pecado”». De nuevo, Jesús había dicho: «Perdónales Señor, Padre:
no saben lo que hacen». Aquí está toda «la magnanimidad cristiana del perdón,
de la oración por los enemigos».
Pero «estos que perseguían a los profetas, estos que
persiguieron y mataron a Esteban y a muchos mártires, estos –Jesús lo había
dicho– creían que daban gloria a Dios, creían que» haciendo así, «eran fieles a
la doctrina de Dios». Y, afirmó el Papa, «hoy quisiera recordar que la historia
de la Iglesia, la verdadera historia de la Iglesia, es la historia de los
santos y los mártires: los mártires perseguidos» y muchos también «asesinados
por los que creían dar gloria a Dios, por los que creían poseer la verdad:
corazón corrupto, pero la verdad».
También «en estos días ¡cuántos “Esteban” existen en el mundo!»
exclamó el Papa. Y recordó historias recientes de persecuciones: «Pensemos en
nuestros hermanos degollados en la playa de Libia; pensemos en el joven quemado
vivo por sus compañeros por ser cristiano; pensemos en los emigrantes que en
alta mar fueron arrojados al mar por los demás porque eran cristianos; pensemos
–anteayer– en los etíopes, asesinados por ser cristianos». Y también, añadió,
«en muchos otros que no conocemos, que sufren en las cárceles por ser
cristianos».
Hoy, afirmó el Papa Francisco, «la Iglesia es Iglesia de
mártires: ellos sufren, ellos dan la vida y nosotros recibimos la bendición de
Dios por su testimonio». Y «están también los mártires ocultos, los hombres y
las mujeres fieles a la fuerza del Espíritu Santo, a la voz del Espíritu, que
abren camino, que buscan caminos nuevos para ayudar a los hermanos y amar mejor
a Dios». Y por esta razón «son vistos con sospecha, calumniados, perseguidos
por muchos sanedrines modernos que se creen dueños de la verdad». Hoy, dijo el
Pontífice, hay «muchos mártires ocultos» y entre ellos existen muchos «que por
ser fieles en su familia sufren mucho por fidelidad».
«Nuestra Iglesia es Iglesia de mártires» reafirmó el Papa
Francisco antes de proseguir con la celebración, durante la cual, dijo, «vendrá
a nosotros “el primer mártir”, el primero que dio testimonio y, más aún,
salvación para todos nosotros». Así, pues, exhortó el Papa, «unámonos a Jesús
en la Eucaristía, y unámonos a los numerosos hermanos y hermanas que sufren el
martirio de la persecución, de la calumnia y del asesinato por ser fieles al
único pan que sacia, es decir, a Jesús».
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