''Los cuidados paliativos expresan la
actitud humana de cuidar unos de otros, especialmente de los que sufren y
atestiguan que la persona es siempre preciosa, también cuando es anciana o está
enferma.La persona, en cualquier circunstancia, es un bien para sí misma y para
los demás y Dios la ama. Por eso cuando su vida se vuelve muy frágil y se
acerca el final de la existencia terrenal, sentimos la responsabilidad de
asistirla y acompañarla de la mejor manera'', dijo el Papa recibiendo esta
mañana en audiencia a los miembros de la Academia para la Vida, con motivo de
su asamblea general dedicada al tema ''Asistencia al anciano y cuidados
paliativos''.
''El mandamiento bíblico que nos pide que
honremos a nuestros padres, en sentido lato,nos recuerda el honor que debemos a
todas las personas ancianas. A este mandamiento Dios asocia una doble promesa:
''Para que tus días se alarguen en la tierra que Yahveh, tu Dios te dará''. La
fidelidad a este mandamiento asegura no solamente el don de la tierra sino,
sobre todo, la posibilidad de disfrutarla... El precepto nos revela -explicó el
Santo Padre- la relación pedagógica fundamental entre padres e hijos, entre los
ancianos y los jóvenes, en relación con la custodia y la transmisión de la
enseñanza religiosa y sapiencial a las generaciones futuras. Honrar esta
enseñanza y a los que la transmiten es fuente de vida y bendición. Al
contrario, la Biblia reserva una severa admonición a los que abandonan o
maltratan a los padres''.
''La palabra de Dios -subrayó- está
siempre viva y nos damos cuenta de cómo ese mandamiento es de acuciante
actualidad para la sociedad contemporánea donde la lógica de la utilidad
predomina sobre la de la solidaridad y la gratuidad, incluso dentro de las
familias...Hoy ''honrar'' podría traducirse también como el deber de respetar
profundamente y cuidar de los que, por su condición física o social podrían
dejarse morir o hacer que mueran. Toda la medicina juega un papel especial en
la sociedad como testigo del honor que se debe a la persona anciana y a cada
ser humano. La evidencia y la eficiencia no pueden ser los únicos criterios que
gobiernen la acción de los médicos, ni tampoco las reglas de los sistemas
sanitarios, ni el beneficio económico. Un Estado no puede pensar en sacar
beneficio de la medicina''.
El Obispo de Roma recordó que la asamblea
de la Academia para la Vida ha estudiado nuevos sectores de aplicación de los
cuidados paliativos que, si hasta ahora estaban destinadas sobre todo a los
pacientes oncológicos, en la actualidad interesan también a las personas, sobre
todo ancianos, con patologías caracterizadas de una degeneración crónica
progresiva. ''Los ancianos necesitan en primer lugar los cuidados de los
familiares cuyo afecto no pueden sustituir ni siquiera las estructuras más
eficientes o los agentes sanitarios más competentes y caritativos'', reiteró.
''Los cuidados paliativos son pues, ''una ayuda importante, especialmente para
los ancianos, que con el pretexto de su edad, reciben cada vez menos atención
por parte de la medicina curativa y a menudo están abandonados. El abandono es
la enfermedad más grave del anciano y también la injusticia más grande que
pueda padecer: los que nos han ayudado a crecer no deben abandonarse cuando
necesitan nuestra ayuda, nuestro amor, nuestra ternura''.
Francisco finalizó su discurso animando a
los profesionales y a los estudiantes de medicina a especializarse en este tipo
de asistencia ''que no posee menos valor por el hecho de que ''no salva la
vida''. Los cuidados paliativos hacen algo igualmente importante: valorizan a
la persona. Por eso exhorto a todos los que, de diversas formas, trabajan en
este sector a mantener ese compromiso conservando íntegro el espíritu de
servicio y recordando que cualquier conocimiento médico es realmente ciencia,
en su significado más noble, sólo si se considera como una ayuda para el bien
del ser humano, un bien que no se alcanza nunca ''en contra'' de su vida y de
su dignidad''.
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