miércoles, 25 de febrero de 2015

Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.


Sal 50, 3-4. 12-13. 18-19
Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, 
por tu inmensa compasión borra mi culpa; 
lava del todo mi delito, 
limpia mi pecado.
Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, 
renuévame por dentro con espíritu firme; 
no me arrojes lejos de tu rostro, 
no me quites tu santo espíritu.
Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.
Los sacrificios no te satisfacen: 
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. 
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; 
un corazón quebrantado y humillado, 
tú no lo desprecias.
Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.

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