viernes, 23 de enero de 2015

SAN ILDEFONSO, OBISPO DE TOLEDO, EL SANTO AL QUE LA VIRGEN REGALÓ UNA CASULLA


Queridos amigos, la Iglesia se alegra hoy al recordar a San Ildefonso, Obispo de Toledo, a quien el Martiriologio Romano elogia de este modo: 

«En la ciudad de Toledo, en la Hispania Tarraconensis, san Ildefonso fue monje y rector de su cenobio, y después elegido obispo. Autor fecundo de libros y de textos litúrgicos, se distinguió por su gran devoción hacia la santísima Virgen María, Madre de Dios (667)».

Ildefonso, nacido en Toledo el año 608, fue instruido primero por el santo obispo toledano Eugenio, y posteriormente en la escuela de san Isidoro de Sevilla.

Abrazó la vida monástica, llegando a ser Abad de su monasterio. El 26 de noviembre del año 657 fue consagrado Arzobispo de Toledo. 

Entre sus obras destaca el libro “De la Perpetua Virginidad de la Bienaventurada Virgen María”, en el que defiende este gran privilegio de la Madre de Dios. 

Según refiere el Obispo Cixila, en premio a esta defensa mereció recibir de la Madre de Dios un don del cielo, hecho que conmemora la Archidiócesis Primada de España el 24 de enero. 

El milagro del encuentro con la Virgen

La noche del 18 de diciembre del 665, San Ildefonso, sus clérigos y algunos otros fueron a la iglesia para cantar himnos en honor a la Virgen María. Encontraron la capilla brillando con una luz tan deslumbrante que sintieron temor. Ildefonso y sus dos diáconos entraron y se acercaron al altar. 

Ante ellos se encontraba la Virgen María, sentada en la silla del obispo, rodeada por una compañía de vírgenes entonando cantos celestiales. María hizo una seña para que se acercara, y dijo: "Tu eres mi capellán y fiel notario. Recibe esta casulla la cual mi Hijo te envía de su tesorería." (La casulla es la vestidura que se pone el sacerdote sobre las demás para celebrar la Misa). 

Habiendo dicho esto, la Virgen misma lo invistió, dándole las instrucciones de usarla solamente en los días festivos designados en su honor. 

Esta aparición y la casulla fueron pruebas tan claras, que el concilio de Toledo ordenó un día de fiesta especial para perpetuar su memoria. El evento aparece documentado en el Acta Sanctorum como El Descendimiento de la Santísima Virgen y su Aparición.

Los árabes, durante la dominación musulmana, al convertirse la Basílica cristiana en Mezquita respetaron escrupulosamente este lugar y la piedra allí situada por tratarse de un espacio sagrado relacionado con la Virgen María, a quien se venera en el Corán. Esta circunstancia permite afirmar que el milagro era conocido antes de la invasión musulmana. 

En la catedral de Toledo, los peregrinos pueden aún venerar la piedra en que la Virgen Santísima puso sus pies cuando se le apareció a San Ildefonso. El santo entregó su alma a Dios el 23 de enero del año 667.

Oración de San Ildefonso a la Santísima Virgen: 

Tomada de su obra “De la Perpetua Virginidad de María”: 

«Ahora me llego a ti, la única Virgen y Madre de Dios; caigo de rodillas ante ti, la sola obra de la encarnación de mi Dios; me humillo ante ti, la sola hallada Madre de mi Señor; te suplico, la sola hallada esclava de tu Hijo, que logres que sean borrados mis pecados, que hagas que yo ame la gloria de tu virginidad, que me encuentres la magnitud de la dulzura de tu Hijo, que me concedas hallar y defender la sinceridad de la fe en tu Hijo, que me otorgues también consagrarme a Dios, y ser esclavo de tu Hijo y tuyo y servir a tu Señor y a ti... 

Por esto yo soy tu siervo, porque mi Señor es tu Hijo. Por eso tú eres mi señora, porque eres esclava de mi Señor. Por esto yo soy esclavo de la esclava de mi Señor, porque tú, mi señora, has sido hecha Madre de mi Señor. Por esto yo he sido hecho esclavo, porque tú has sido hecha Madre de mi Hacedor ».
Fuente: News.va

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