Desde
Irak, la priora de las Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena ha ido
relatando en diversas cartas la terrible situación de los cristianos. Estas
hermanas llevan compartidas con su pueblo muchas tragedias, guerras y dolor.
Sus conventos, escuelas y orfanatos, 19 edificios en total, han sido ocupados o
destruidos. Una de sus últimas “crónicas” es del 24 de noviembre, y acaba de
hacerla pública la familia dominica, que está muy cerca de estas religiosas y
del pueblo de Irak: “Después de cuatro meses de exilio, no hay signos de esperanza de que la situación aquí en Irak se resuelva de manera pacífica. Incapaces de pensar o tomar decisiones, todo es vago, y sentimos que estamos viviendo una pesadilla. El cristianismo en Irak está sangrando; muchas familias se han ido, muchas están yéndose al Líbano, a Jordania y a Turquía, preparándose para una segunda inmigración y un futuro incierto. No sabemos cuánto tiempo podrán aguantar estas familias el peso de sobrevivir económicamente.
La situación sigue siendo la misma para los que estamos en Irak. Muchos todavía se ven obligados a quedarse en edificios sin terminar en zonas de obras. En un sitio, se ha remodelado un centro comercial para acomodar familias, con el hall apenas dividido con paredes. A pesar de ser mejor que las tiendas, parecen jaulas oscuras y húmedas sin ventilación. Lo más difícil de todo es la falta de privacidad.
Ha habido algunos intentos de poner contenedores y alquilar casas y pisos, pero no ha sido suficiente porque el número de personas desplazadas aumenta cada día. Muchos vienen de fríos lugares montañosos. La gente, psicológicamente, está cansada, preocupada, confundida, e irritada - ¿Quién podría culparlos? No tienen trabajo, sus hijos no van a la escuela, y los jóvenes todavía están a la espera de comenzar su año académico en la universidad – algunos han intentando inscribirse en universidades kurdas, pero no han sido aceptados. Todo esto está causando enormes tensiones en las familias, y el resultado son abusos y mala relación. Los problemas son absolutamente abrumadores, y parece como si nuestros esfuerzos no valieran para nada.
A la gente se le ha despojado de su dignidad y se le ha privado de modo injusto de todo su dinero y posesiones. El dinero que tienen no puede retirarse de los bancos porque el gobierno central ha congelado sus cuentas. Además, algunos buscan trabajo de manera desesperada, dispuestos a trabajar por el más mínimo salario.
A pesar de esto, las cosas irían mucho peor si no fuera por las ayudas que hemos recibido de ustedes y de muchos otros benefactores que han contribuido con lo que han podido.
Gracias. Les estamos muy agradecidas, y hemos intentando ayudar al mayor número de personas con estas donaciones. No nos hemos dedicado a los centros y campos de refugiados, porque los refugiados de estos centros están apoyados por las organizaciones y por la Iglesia. Estamos intentando ayudar a aquellas familias que alquilan casas, pero no pueden sostenerse a sí mismas. Así que las ayudamos dándoles ropa de cama y de vestir.
En cuanto a nuestra comunidad, estamos extremadamente cansadas por la preocupación por la familia y los amigos que hemos sido injustamente forzadas a abandonar. Cada día esperamos que el mañana sea mejor, pero nuestro mañana parece traer sólo lágrimas y penurias. ¡Desde lo más profundo clamamos a Ti, Oh Señor! ¿Cuándo vas a rescatarnos?
Contamos muchísimo con sus oraciones y necesitamos que nos lleven hasta Jesús como los hombres que le llevaron el paralítico. Dios les bendiga”.
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