Estamos en el comienzo de las celebraciones del V
Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, quien como maestra
espiritual, doctora mística y santa, nos estimula a vivir de manera coherente
nuestra pertenencia a Jesucristo, y nos llama a la santidad.
Llamados a la santidad
“Dios nos libre, hermanas, cuando algo
hiciéremos no perfecto decir: «no somos ángeles», «no somos santas». Mirad que, aunque no lo somos, es gran
bien pensar, si nos esforzamos, lo podríamos ser, dándonos Dios la mano; y
no hayáis miedo que quede por El, si no queda por nosotras” (C. de Perfección 16, 11).
Deseos de santidad
“Como
veía los martirios que por Dios las santas pasaban, parecíame compraban muy
barato el ir a gozar de Dios y deseaba yo mucho morir así, no por amor que
yo entendiese tenerle, sino por gozar tan en breve de los grandes bienes que
leía haber en el cielo” (Vida 1, 4).
La
santidad no es arrobamiento ni
experiencias extraordinarias
“Pongámonos en sus manos, para que sea
hecha su voluntad en nosotras, y no
podemos errar, si con determinada voluntad nos estamos siempre en esto.
Y habéis de advertir, que por recibir
muchas mercedes de éstas no se merece más gloria” (Moradas VI, 9, 16).
La
santidad se alcanza por el camino
de la humildad
“Así que, hermanas mías, para
esto y otras muchas cosas que se ofrece a un alma que ya el Señor la tiene en
este punto, es menester ánimo; y a mi
parecer, para esto postrero más que para nada, si hay humildad” (Moradas VI, 5, 6).
La
santidad es amable
“Todo lo que pudiereis sin ofensa de
Dios procurad ser afables y entender de manera con todas las personas que os
trataren, que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y
tratar y no se atemoricen y amedrenten
de la virtud” (C. de Perfección
41, 7).
Señales de santidad
“Cree,
hija, que a quien mi Padre más ama, da mayores trabajos, y a éstos responde
el amor. ¿En qué te le puedo más mostrar que querer para ti lo que quise para
Mí? Mira estas llagas, que nunca llegaron aquí tus dolores” (Las Relaciones 36, 1).
Recomendación
“Sólo quiero que estéis advertidas que,
para aprovechar mucho en este camino y subir a las moradas que deseamos, no
está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho; y así lo que más os
despertare a amar, eso haced. Quizá no sabemos qué es amar, y no me espantaré
mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de
desear contentar en todo a Dios y procurar, en cuanto pudiéremos, no le ofender”
(Moradas IV, 1, 7).
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