-Instaurar “una nueva colaboración social y económica, libre de
condicionamientos ideológicos, que sepa afrontar el mundo globalizado,
manteniendo vivo el sentido de la solidaridad y de la caridad mutua, que tanto
ha caracterizado el rostro de Europa”, éste es el deseo del Papa en su discurso
dirigido al Consejo de Europa, reunido en Sesión Solemne para la ocasión.
El
Papa ha recordado que este sentido de la solidaridad y de la caridad mutua “ha
caracterizado el rostro de Europa, gracias a la generosa labor de cientos de
hombres y mujeres que, a lo largo de los siglos, se han esforzado por
desarrollar el Continente, tanto mediante la actividad empresarial como con
obras educativas, asistenciales y de promoción humana”. Estas últimas,
sobre todo, ha subrayado el Pontífice “son un punto de referencia importante
para tantos pobres que viven en Europa” que “no sólo piden pan para el
sustento, sino también redescubrir el valor de la propia vida, que la pobreza
tiende a hacer olvidar, y recuperar la dignidad que el trabajo confiere”.
La
protección de la vida humana, la acogida de los emigrantes, el trabajo y
desempleo juvenil, la protección del medio ambiente fueron los temas que, según
el Pontífice, requieren “nuestra reflexión y colaboración”.
Recordando
además la crueldad de la segunda Guerra Mundial, el Papa ha destacado el
proyecto de los padres fundadores del consejo de “reconstruir Europa con un
espíritu de servicio mutuo, que aún hoy, en un mundo más proclive a reivindicar
que a servir, debe ser la llave maestra de la misión del Consejo de Europa, en
favor de la paz, la libertad y la dignidad humana”.
El
camino privilegiado para la paz, para evitar que se repita lo ocurrido en las
dos guerras mundiales del siglo pasado - ha subrayado - es reconocer en el otro
no un enemigo que combatir, sino un hermano a quien acoger. “Para lograr este
bien - continuó - es necesario ante todo educar para ella, abandonando una
cultura del conflicto, que tiende al miedo del otro, a la marginación de quien
piensa y vive de manera diferente”.
El
Papa ha recordado que la paz está todavía demasiado a menudo herida en tantas
partes del mundo y también en Europa, en donde no cesan los conflictos. Paz que
“sufre también por otras formas de conflicto, como el terrorismo religioso e
internacional, embebido de un profundo desprecio por la vida humana y que mata
indiscriminadamente a víctimas inocentes. Por desgracia - constató - este
fenómeno se abastece de un tráfico de armas a menudo impune”. "Esta paz,
continuó el Papa, se quebranta además por el tráfico de seres humanos, que es
la nueva esclavitud de nuestro tiempo y que convierte a las personas en un
artículo de mercado, privando a las víctimas de toda dignidad”.
En
este contexto el Papa ha destacado el ‘papel importante del Consejo de Europa
en la lucha contra estas formas de inhumanidad’, a través de la “promoción de
los derechos humanos que enlaza con el desarrollo de la democracia y el estado
de derecho”.
Y
ha señalado la importancia de la contribución y la responsabilidad europea en
el desarrollo cultural de la humanidad, destacando que “para caminar
hacia el futuro hace falta el pasado, se necesitan raíces profundas, y también
se requiere el valor de no esconderse ante el presente y sus desafíos. Hace
falta memoria, valor y una sana y humana utopía”.
“Estas
raíces, constató Francisco, se nutren de la verdad que es el alimento, la linfa
vital de toda sociedad que quiera ser auténticamente libre, humana y solidaria.
Sin esta búsqueda de la verdad, cada uno se convierte en medida de sí mismo y
de sus actos. Esto - dijo - lleva al sustancial descuido de los demás y a
fomentar esa globalización de la indiferencia que nace del egoísmo. "Del
individualismo - continuó - nace el culto a la opulencia, que corresponde
a la cultura del descarte en la que estamos inmersos”.
Junto
a las raíces, el Papa se detiene también en dos de los desafíos actuales del
Continente: el reto de la multipolaridad de Europa y el desafío de la
transversalidad. “Hablar de multipolaridad europea - afirmó - es hablar
de pueblos que nacen, crecen y se proyectan hacia el futuro. Hoy Europa
es multipolar en sus relaciones y tensiones”.
Al hablar de la transversalidad,
Francisco destacó la importancia de recurrir al diálogo, también
intergeneracional. “Si quisiéramos definir hoy el Continente, debemos hablar de
una Europa dialogante, que sabe poner la transversalidad de opiniones y
reflexiones al servicio de pueblos armónicamente unidos”.
“En
esta perspectiva - continuó el Papa - acojo favorablemente la voluntad del
Consejo de Europa de invertir en el diálogo intercultural, incluyendo su
dimensión religiosa, mediante los Encuentros sobre la dimensión religiosa del
diálogo intercultural. Es una oportunidad provechosa para el intercambio
abierto, respetuoso y enriquecedor entre las personas y grupos de diverso
origen, tradición étnica, lingüística y religiosa, en un espíritu de
comprensión y respeto mutuo”.
“En
esta lógica se incluye la aportación que el cristianismo puede ofrecer hoy al
desarrollo cultural y social europeo en el ámbito de una correcta relación
entre religión y sociedad. En la visión cristiana, razón y fe, religión y
sociedad, están llamadas a iluminarse una a otra, apoyándose mutuamente y, si
fuera necesario, purificándose recíprocamente de los extremismos ideológicos en
que pueden caer.
Finalmente,
la invitación del Papa a "realizar juntos una reflexión a todo
campo, para que se instaure una especie de 'nueva agorá', en la que toda
instancia civil y religiosa pueda confrontarse libremente con las otras, si
bien en la separación de ámbitos y en la diversidad de posiciones, animada
exclusivamente por el deseo de verdad y de edificar el bien común".
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