¿La
nuestra es una “vida cristiana cosmética, de apariencia o es una vida cristiana
con la fe que obra en la caridad?”. Es la pregunta que planteó el Papa al
término de su homilía de la Misa de la mañana en la capilla de la Casa de Santa
Marta.
El
Papa Francisco afirmó asimismo que la fe “no es sólo rezar el Credo”, sino que
pide que nos separemos de la avidez y de la concupiscencia para saber dar a los
demás, especialmente si son pobres.
La
fe no tiene necesidad de aparecer, sino de ser. No tiene necesidad de ser
envuelta en cortesías, especialmente si son hipócritas, sino que más bien
necesita un corazón capaz de amar de modo genuino.
Al
comentar el Evangelio del día – que presenta al fariseo que se sorprende porque
Jesús no realiza las abluciones prescriptas antes de comer – el Papa repitió
que Cristo “condena” ese tipo de “seguridad” totalmente centrada en el
“cumplimiento de la ley”:
“Jesús
condena esta espiritualidad cosmética, el querer aparecer como buenos, bellos,
¡pero la verdad interior es otra cosa! Jesús condena a las personas de buenas
maneras pero de malos hábitos, esos hábitos que no se ven porque se viven a
escondidas. Pero la apariencia es justa: era gente a la que le gustaba pasear
por las plazas, hacerse ver rezando, ‘maquillarse’ con un poco de debilidad
cuando ayunaba…"
Jesús
dirá de ellos que están llenos de robos y maldades. En el análogo pasaje del
Evangelio de Mateo los llama “sepulcros blanqueados”, remarcando ciertas
actitudes que Él define con dureza como “inmundicia”, “podredumbre”.
“Den
más bien como limosna de lo que tienen dentro”, es su contrapropuesta. “La
limosna – recordó el Papa – ha sido siempre, en la tradición de la Biblia,
tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, una vara para medir la
justicia”.
También
Pablo, en la Lectura del día, discute con los Gálatas por el mismo motivo, su
apego a la ley. Y también el resultado es idéntico, porque como dijo el Papa,
“la ley sola no salva”:
“Lo
que vale es la fe. ¿Qué fe? Aquella que se ‘vuelve laboriosa por medio de la
caridad’. El mismo razonamiento de Jesús al fariseo. Una fe que no es sólo
rezar el Credo: todos nosotros creemos en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu
Santo, en la vida eterna…. ¡Todos creemos! Pero ésta es una fe inmóvil, no
activa. Lo que vale en Cristo Jesús es la laboriosidad que viene de la fe, o
mejor la fe que se traduce en obras en la caridad, es decir que vuelve a la
limosna. Limosna en el sentido más amplio de la palabra: desprenderse de la
dictadura del dinero, de la idolatría del dinero. Toda avaricia nos aleja de
Jesucristo”.
El
Papa Francisco evocó un episodio de la vida del padre Arrupe, quien fue
Prepósito General de la Compañía de Jesús. Un día, una rica señora lo invitó
para donar dinero para las misiones de los jesuitas en Japón, para las que el
padre Arrupe estaba trabajando. La entrega del sobre se produjo prácticamente
ante la puerta y delante de periodistas y fotógrafos. El padre Arrupe relató
que había sufrido “una gran humillación”, pero dijo que aceptó el dinero “por
los pobres de Japón”. Y cuando abrió el sobre, encontró diez dólares…”.
Preguntémonos
– concluyó el Papa – si la nuestra es “una vida cristiana cosmética, de
apariencia o es una vida cristiana con la fe laboriosa en la caridad”:
“Jesús nos aconseja esto: ‘No hacer sonar la trompeta’. El
segundo consejo: ‘No dar sólo lo que sobra’. Y nos habla de aquella viejita que
dio todo lo que tenía para vivir. Y elogia a aquella mujer por haber hecho
esto. Y ella lo hizo un poco a escondidas, quizá porque se avergonzaba por no
poder dar más”.
Papa Francisco
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