En la Cruz de Cristo está el sufrimiento, el pecado del
hombre, también el nuestro, y Él acoge todo con los brazos abiertos, carga
sobre su espalda nuestras cruces y nos dice: ¡Ánimo! No la llevan ustedes solo.
Yo la llevo contigo y yo he vencido a la muerte y he venido a darte esperanza,
a darte vida.
Podemos ahora
responder a la segunda pregunta: ¿Qué ha dejado la Cruz en los que la han visto
y en los que la han tocado? ¿Qué deja en cada uno de nosotros? Miren, deja un
bien que nadie más nos puede dar: la certeza del amor fiel de Dios por
nosotros. Un amor tan grande que entra en nuestro pecado y lo perdona, entra en
nuestro sufrimiento y nos da fuerza para sobrellevarlo, entra también en la
muerte para vencerla y salvarnos. En la Cruz de Cristo está todo el amor de
Dios, está su inmensa misericordia. Y es un amor del que podemos fiarnos, en el
que podemos creer.(S.S.
Francisco, 27 de julio de 2013)
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