Viñeta de Emilio Giannelli para Corriere della Sera
El Papa Francisco continúa
demostrando que por encima de todo es un pastor de la Iglesia que vive preocupado por su rebaño y
que procura apaciguarlo con amor y perdón, sin importar el pecado ni la
posición del fiel dentro la estructura eclesial o fuera. Es un Papa que se deja
ver y oir, no solo por televisión o a lo lejos, sino que sale al encuentro del que sufre porque él es
misionero.
Su medio más habitual es el teléfono, lo
descuelga y llama. Llama para aliviar el dolor, para dar
amor, para sembrar misericordia, para
no perder su infinita conexión con el mundo real.
Esto es lo que Jaqueline Lisbona, argentina
de 47 años de edad, asegura que le sucedió el Lunes de Pascua. El Papa llamaba
en respuesta a una carta que ella le había enviado expresando el profundo dolor
que le causaba no poder recibir la comunión por estar casada con un hombre
divorciado. Y lo que ahora también afirma el Cardenal Bertone, que
tras ser el centro de
un escándalo mediático recibe
la llamada de Francisco. No para condenarlo sino para dar una palabra
amable, para solidarizarse con el dolor que le han causado las críticas.
Francisco predica con dureza todos
los días desde el púlpito en la humilde capilla de Santa Marta, donde reside con discreta austeridad. Denuncia la
falta de espíritu de pobreza, la hipocresía, los cristianos de salón, los
ladrones dentro de la Iglesia,… y confirma la doctrina de la Iglesia relativa a
la indisolubilidad del matrimonio, señalando las claves para el éxito en el
amor. Pero luego su pastoral personal es como tiene que
ser: personal. Y ahí, Francisco no juzga sino que acaricia con
inaudita misericordia.
Fuente: YoRezoXelPapa
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