Comenzamos hoy
una nueva serie de catequesis dedicadas a los siete dones del Espíritu Santo.
El primer don es el de la sabiduría. Ésta no es fruto del conocimiento y la
experiencia humana, sino que consiste en una luz interior que sólo puede dar el
Espíritu Santo y que nos hace capaces de reconocer la huella de Dios en nuestra
vida y en la historia.
Esta sabiduría nace de la intimidad con Dios y hace del
cristiano un contemplativo: todo le habla de Dios y todo lo ve como un signo de
su amor y un motivo para dar gracias.
Esto no
significa que el cristiano tenga una respuesta para cada cosa, sino que tiene
como el “gusto”, como el “sabor” de Dios, de tal manera que en su corazón y en
su vida todo habla de Dios.
También
nosotros tenemos que preguntarnos si nuestra vida tiene el sabor del Evangelio;
si los demás perciben que somos hombres y mujeres de Dios; si es el Espíritu
Santo el que mueve nuestra vida o son en cambio nuestras ideas o propósitos.
Qué importante es que en nuestras comunidades haya cristianos que, dóciles al
Espíritu Santo, tengan experiencia de las cosas de Dios y comuniquen a los
demás su dulzura y amor.
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos venidos de España, México, Costa Rica, Argentina y otros países.
Invito a todos a intensificar la preparación espiritual de las próximas fiestas de la Pascua del Señor, para que la acción del Espíritu Santo produzca en nosotros frutos de verdadera conversión y santidad. Que Dios los bendiga y muchas gracias.
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos venidos de España, México, Costa Rica, Argentina y otros países.
Invito a todos a intensificar la preparación espiritual de las próximas fiestas de la Pascua del Señor, para que la acción del Espíritu Santo produzca en nosotros frutos de verdadera conversión y santidad. Que Dios los bendiga y muchas gracias.
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