· Significa
comenzar un tiempo de particular compromiso en el combate espiritual que nos
opone al mal presente en el mundo, en cada uno de nosotros y a nuestro
alrededor.
· Quiere decir
mirar al mal cara a cara y disponerse a luchar contra sus efectos, sobre todo
contra sus causas, hasta la causa última, que es Satanás.
· Significa no
descargar el problema del mal sobre los demás, sobre la sociedad, o sobre Dios,
sino que hay que reconocer las propias responsabilidades y asumirlas
conscientemente. En este sentido, resuena entre los cristianos con particular
urgencia la invitación de Jesús a cargar cada uno con su propia «cruz» y a
seguirle con humildad y confianza (Cf. Mateo 16, 24).
La «cruz», por más pesada que sea, no es sinónimo de desventura, de una
desgracia que hay que evitar lo más posible, sino una oportunidad para seguir a
Jesús y de este modo alcanzar la fuerza en la lucha contra el pecado y el mal.
· Entrar en la Cuaresma significa, por tanto,
renovar la decisión personal y comunitaria de afrontar el mal junto a Cristo.
La Cruz es el único camino que lleva a la victoria del amor sobre el odio, de
la generosidad sobre el egoísmo, de la paz sobre la violencia.
Desde esta perspectiva, la Cuaresma es verdaderamente una ocasión de intenso
compromiso ascético y espiritual fundamentado sobre la gracia de Cristo.
Palabras que
pronunció SS Benedicto XVI después de rezar la oración mariana del Ángelus, el
domingo, 10 febrero 2008.
No hay comentarios:
Publicar un comentario