Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio del
primer domingo de Cuaresma presenta cada año el episodio de las tentaciones de
Jesús, cuando el Espíritu Santo, que descendió sobre Él después del Bautismo en
el Jordán, lo impulsó a afrontar abiertamente a Satanás en el desierto, durante
cuarenta días, antes de iniciar su misión pública.
El tentador trata
de apartar a Jesús del proyecto del Padre, o sea de la vía del sacrificio, del
amor que ofrece a sí mismo en expiación, para hacerle tomar un camino fácil, de
éxito y poder.
El duelo entre Jesús y Satanás se produce a golpe de citas de la
Sagrada Escritura. En efecto, el diablo para alejar a Jesús de la vía de la
cruz, le presenta las falsas esperanzas mesiánicas: el bienestar económico,
indicado por la posibilidad de transformar las piedras en pan; el estilo
espectacular y milagrero, con la idea de arrojarse desde el punto más alto del
templo de Jerusalén y hacerse salvar por los ángeles y, en fin, el atajo del
poder y del dominio, a cambio de un acto de adoración a Satanás.
Son los tres grupos
de tentaciones, también nosotros los conocemos bien.
Jesús rechaza decididamente todas estas tentaciones y reafirma la firme voluntad de seguir la vía establecida por el Padre, sin ningún compromiso con el pecado y con la lógica del mundo. Noten bien cómo responde Jesús:
Jesús rechaza decididamente todas estas tentaciones y reafirma la firme voluntad de seguir la vía establecida por el Padre, sin ningún compromiso con el pecado y con la lógica del mundo. Noten bien cómo responde Jesús:
Él no dialoga con Satanás
como había hecho Eva en el paraíso terrenal. Jesús sabe bien que con Satanás no
se puede dialogar porque, ¡es tan astuto! Por eso Jesús en vez de dialogar,
como hizo Eva, elige de refugiarse en la Palabra de Dios y responde con la
fuerza de esta Palabra. Recordemos esto en el momento de las tentaciones, de
nuestras tentaciones: ningún argumento con Satanás, sino siempre defendidos por
la palabra de Dios, ¡y esto nos salvará!
En sus respuestas a Satanás, el Señor
nos recuerda ante todo que “no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda
palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4; Cfr. Dt 8, 3); y esto nos da fuerza, nos
sostiene en la lucha contra la mentalidad mundana que abaja al hombre al nivel
de las necesidades primarias, haciéndole perder el hambre de lo que es
verdadero, bueno y bello, el hambre de Dios y de su amor.
Recuerda además que
también está escrito: “No tentarás al Señor tu Dios” (v. 7), porque el camino
de la fe pasa también a través de la oscuridad, la duda, y se nutre de
paciencia y de espera perseverante.
Recuerda, en fin, Jesús, que está escrito:
“Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto” (v. 10); o sea, debemos
deshacernos de los ídolos, de las cosas vanas, y construir nuestra vida sobre
lo esencial.
Estas palabras de
Jesús encuentran después una confirmación concreta en sus acciones. Su absoluta
fidelidad al designio del amor del Padre lo conducirá, después de casi tres
años, a la rendición final de cuentas con el “príncipe de este mundo” (Jn 16, 11), en la hora de la pasión y de
la cruz, y allí Jesús traerá su victoria definitiva, ¡la victoria del amor!
Queridos hermanos, el tiempo de la Cuaresma es ocasión propicia para todos nosotros para realizar un camino de conversión, confrontándonos sinceramente con esta página del Evangelio.
Renovemos las promesas de nuestro Bautismo: renunciemos a Satanás y a todas sus obras y seducciones, porque es un seductor él, ¿eh? Para caminar por los senderos de Dios y “llegar a la Pascua en la alegría del Espíritu” (Oración colecta del I Domingo de Cuaresma, Año A)(Traducción de Griselda Mutual y María Fernanda Bernasconi – RV).
Queridos hermanos, el tiempo de la Cuaresma es ocasión propicia para todos nosotros para realizar un camino de conversión, confrontándonos sinceramente con esta página del Evangelio.
Renovemos las promesas de nuestro Bautismo: renunciemos a Satanás y a todas sus obras y seducciones, porque es un seductor él, ¿eh? Para caminar por los senderos de Dios y “llegar a la Pascua en la alegría del Espíritu” (Oración colecta del I Domingo de Cuaresma, Año A)(Traducción de Griselda Mutual y María Fernanda Bernasconi – RV).
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