Nuestra meta es Dios
En el libro primero de las Confesiones de San Agustín, encontramos la famosísima exclamación: “[Señor Dios], nos creaste para ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti”.
Nuestro inicio radica en Dios y nuestra meta definitiva es Él.
Nuestra existencia es un proyecto que se inicia gracias a Dios y en Dios y que un día terminará en Él.
Entender esto significa dar un sentido profundo a nuestro ser y actuar.
Sin Dios, somos como seres perdidos en el universo, que desconocen su inicio, ignoran su camino y carecen de meta.
Sin Dios, el ser humano no es nada y anda errante por la vida sin rumbo ni destino y privado de auténtica felicidad.
Dios es el principio y el fin de nuestro existir. Y nuestra vida no es más que el trecho entre estos dos puntos básicos que debemos aprovechar al máximo para alabarle, darle gracias y servirle en los hermanos más necesitados.
En el libro primero de las Confesiones de San Agustín, encontramos la famosísima exclamación: “[Señor Dios], nos creaste para ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti”.
Nuestro inicio radica en Dios y nuestra meta definitiva es Él.
Nuestra existencia es un proyecto que se inicia gracias a Dios y en Dios y que un día terminará en Él.
Entender esto significa dar un sentido profundo a nuestro ser y actuar.
Sin Dios, somos como seres perdidos en el universo, que desconocen su inicio, ignoran su camino y carecen de meta.
Sin Dios, el ser humano no es nada y anda errante por la vida sin rumbo ni destino y privado de auténtica felicidad.
Dios es el principio y el fin de nuestro existir. Y nuestra vida no es más que el trecho entre estos dos puntos básicos que debemos aprovechar al máximo para alabarle, darle gracias y servirle en los hermanos más necesitados.
Dios, el consuelo de los que han perdido un ser
querido
San Agustín, refiriéndose a él mismo, que ha perdido a un amigo íntimo con una
muerte inesperada, exclama: “El único que no pierde a sus seres queridos es el
que los quiere y los tiene en Aquel que no se pierde. ¿Y quién es este sino tú,
nuestro Dios, el que hizo el cielo y la tierra y los llena, pues llenándolos
los hizo?”
En Dios descansan los difuntos y Él es el consuelo de aquéllos que lloran su
muerte.
Los que hemos perdido a un ser querido, ponemos nuestra esperanza en el Dios de
la vida, en el Dios que no se pierde, que permanece firme en su designio de
amor.
Dios es el principio y el fin de nuestra existencia. En Él radica el sentido de
nuestro vivir y de nuestro morir.
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