En estas líneas heterosuperación significa dejarse ayudar, abrirse a manos amigas y a consejos sabios, a la guía de quien sabe más y ve mejor. Se trata de descubrir un horizonte nuevo de rostros cercanos que animan y acompañan con respeto y con acierto.
Es normal que deseemos ser mejores. También es normal, por desgracia, que uno no se decida a emprender el camino: por pereza, por prisas, por respeto humano, por egoísmo, por dejarse arrastrar ante las mil exigencias de lo inmediato.
Si la ayuda viene no sólo de familiares y amigos buenos, sino del mismo Dios, la heterosuperación se convierte en un camino maravilloso hacia la meta más importante: la santidad.
Porque la auténtica mejoría humana consiste precisamente en romper con el pecado, en dejar avaricias esclavizantes, en mirar hacia el horizonte del Evangelio y sentir una invitación hermosa y magnífica a la confianza: con Cristo a nuestro lado, todo lo podemos (cf. Jn 16,33; Flp 4,13).
Cuando dejamos que Dios, el mejor "Otro" que entra en la historia humana, comience a ayudarnos en la propia vida, todo adquiere un matiz diferente. Nace la esperanza, se curan las heridas más profundas desde la misericordia. El Pan de vida da fuerzas para el camino y permite crecer en la virtud central del cristianismo: la caridad.
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