Un pequeño grupo de oración en la capilla, delante del Sagrario . Un sacerdote leyendo y comentando el evangelio del domingo para ayudarnos en la meditación.
Y Tú, derramando todo tú amor sobre mi y yo, sintiendo como mi corazón se llena de amor hacia Ti. ¡Qué bálsamo para mi alma! No hay medicina mejor para todos los dolores y las tristezas de este mundo.
Dejarse amar por Ti, sentirse querido por ti. Amándote, sólo amándote. Porque yo te amo Señor, más que a nada ni a nadie.
Ya sé que te niego muchas veces, que no correspondo a tu amor, que no te veo en mis hermanos, que la locura de este mundo me puede y me absorbe. Que mis reacciones, a veces, hacen daño y te hacen daño. Que no soy humilde, ni merezco ese amor tan inmenso que me tienes.
Pero Señor, aunque no lo parezca, Tú eres el centro de mi vida, por Ti me levanto cada mañana, en Ti pienso cuando el fin de mi vida llegue.
Ayúdame Señor, en demostrarte este amor, ayúdame en que sea una realidad que Tú seas el centro de mi vida. Ayúdame Señor, sin Ti no soy ni puedo hacer nada.
Tú nos dices que no nos cansemos de orar, que no nos desanimemos sin tardas en concedernos nuestras peticiones. Ayúdame para que la oración sea una constante en mi vida.
H. de Carmen
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