sábado, 3 de agosto de 2013

¿No es el hijo del carpintero? Por Juan XXIII

Cada vez que pienso en el gran misterio de la vida  escondida y humilde de Jesús durante sus treinta primeros años, mi espíritu se siente cada vez más confundido y me faltan las palabras.

No tan sólo los juicios y la manera de pensar del mundo, sino también de muchos eclesiásticos me parecen completamente falsos y se oponen del todo a esta lección.

Por mi parte confieso que no he llegado todavía a hacerme una idea de ello. Sin embargo, y por lo que me conozco, me parece que sólo poseo una apariencia de humildad, pero no su verdadero espíritu; ese amor a "lo desconocido" de Jesucristo de Nazaret no conozco más que de nombre.

¡ Y decir que Jesús pasó treinta años de vida escondida, y que era Dios, y que era el reflejo de la sustancia del Padre, y que vino para salvar el mundo, y que todo esto lo hizo únicamente para enseñarnos, lo necesaria que es la humildad y la falta que hace practicarla!  

Y yo, que soy un grande y miserable pecador, que sólo pienso en complacerme a mí mismo, en complacerme en los éxitos que me dan un poco de honor terrestre, que no puedo tener el más mínimo pensamiento santo sin que se deslice la preocupación de mi reputación...A fin de cuentas no sé acostumbrarme, si no es con un gran esfuerzo, a esa idea de pasar realmente desapercibido, tal como Jesucristo lo practicó y tal como me lo enseña.

BEATO JUAN XXIII, PAPA QUE CONVOCÓ EL CONCILIO VATICANO II.
Del Magnificat

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