Mi vida
entera está bajo tu protección, Señor, y quiero acordarme de ello cada hora y
cada minuto, según vivo mi vida en la plenitud de mi actividad y en el descanso
de tu cuidado.
No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que de vasta a mediodía.
De día y de
noche, en la luz y en la oscuridad, tú estás a mi lado, Señor. Necesito esa
confianza para enfrentarme a los peligros que me acechan por todas partes. Este
mundo no es sitio seguro ni para el alma ni para el cuerpo, y no puedo
aventurarme solo en terreno enemigo. Quiero escuchar una y otra vez las
palabras que me aseguran tu protección cuando empiezo un nuevo día al
levantarme y cuando entrego mi cuerpo al sueño por la noche, para sentirme así
seguro en el trabajo y en el descanso bajo el cariño de tu providencia.
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;
te llevarán en sus palmas,
para que tu píe no tropiece en la piedra.
Hermosas
palabras llenas de consuelo. Hermoso pensamiento de ángeles que vigilan mis
pasos para que no tropiece en ninguna piedra. Hermosa imagen de tu providencia
que se hace alas y revolotea sobre mi cabeza con mensaje de protección y amor.
Gracias por tus ángeles, Señor. Gracias por el cuidado que tienes de mí.
Gracias por tu amor.
Y ahora
quiero escuchar de tus propios labios las palabras más bellas que he oído en mi
vida, que me traen el mensaje de tu providencia diaria como signo eficaz de la
plenitud de la salvación que en ellas se encierra. Dilas despacio, Señor, que
las escucho con el corazón abierto.
Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré, porque conoce mi nombre;
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días, y le haré ver mi salvación.
Gracias,
Señor.
Texto sacado de Internet
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