domingo, 17 de febrero de 2013

¡Gracias por todo, Santo Padre!


El testimonio del Papa también nos alienta y conmueve, pero sobre todo nos abre a la esperanza. 

Él no hace otra cosa sino buscar ser fiel al Señor Jesús que lo llamó como Pedro a remar mar adentro, y esta decisión manifiesta en su humildad, realismo y su amor por la Iglesia. En última instancia no deja de ser el testigo de la fe, que abraza la Cruz de Cristo, ofreciéndonos ahora el servicio de la oración y el sufrimiento escondido. Con ello nos da una lección de honestidad y libertad, que de una personalidad como la suya podíamos esperar. 

La enseñanza que nos deja, con la firmeza de maestro, es de una admirable amplitud de horizontes: la confianza absoluta en Jesucristo, la claridad en la visión de los rasgos de nuestra cultura, la valoración del patrimonio del que somos herederos y el horizonte definitivo de nuestra existencia en el amor de Dios. Dios es amor, nos recordó en su primera encíclica y el consejo de creer en la caridad que genera caridad, en su último mensaje para la cuaresma. 

Unámonos en oración por él y pidamos al Espíritu Santo que asista a los cardenales en la elección del próximo representante de Cristo en la tierra. 


"Queridos hermanos y hermanas: después del gran Papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor." (Benedicto XVI 19 de abril de 2005)

Fuente: Catholic.net

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