jueves, 1 de noviembre de 2012

Escuchar la voz de Dios


En el salmo 81, del  Antiguo Testamento, ya  se relataba la historia de un pueblo que no escuchaba al  Señor. Se describía los intentos de un Dios misericordioso que intentaba lograr la atención de su pueblo.

Oye, pueblo mío, yo atestiguo contra ti,
¡ojalá me escucharas, Israel!
No tendrás ningún dios extraño,
no adorarás a ningún dios extranjero:
yo, el Señor, soy tu Dios,
que te hice subir de la tierra de Egipto.
 
Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no me quiso obedecer:
por eso los entregué a su obstinación,
para que se dejaran llevar por sus caprichos.

¡Ojalá mi pueblo me escuchara,
e Israel siguiera mis caminos!

Yo sometería a sus adversarios en un instante,
y volvería mi mano contra sus opresores.
Los enemigos del Señor tendrían que adularlo,
y ese sería su destino para siempre;
yo alimentaría a mi pueblo con lo mejor del trigo
y lo saciaría con miel silvestre".

Hoy nos habla Dios con tanta fuerza como hablaba a su pueblo en el Antiguo Testamento. El problema es que en este mundo tan ruidoso, no nos ponemos en disposición de oír lo que nuestro Padre nos quiere decir.

" Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba el Señor. Después del terremoto, fuego, pero en el fuego tampoco estaba el Señor. Después del fuego el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, cubrió su rostro con el manto, salió y se mantuvo en pie a la entrada de la cueva" 1Reyes, 19, 11-13

Allí estaba el Señor, en el susurro de una brisa suave, nosotros debemos dejar el corazón libre de preocupaciones, de los problemas diarios y quedarnos con el corazón en paz esperando lo que Dios nos quiera decir.

Porque Dios todavía nos habla, además de hablarnos a través de las lecturas de Su Palabra, nos habla a cada uno de nosotros. 
Porque nos ama, porque quiere que le conozcamos y así le amemos más.
Porque Él sabe que necesitamos su dirección clara y concreta para nuestra vida.
Porque Él sabe que necesitamos consuelo y ayuda, un consuelo y una ayuda que solamente Él puede darnos.   

¡Señor ayúdanos a dejar nuestro corazón abierto a tu Palabra! ¡Deseamos escucharte y saber qué quieres de nosotros en cada momento!

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