Jesús vivió en un tiempo en el que el pueblo judío estaba en "alerta máxima" esperando la inminente llegada de un Mesías que restaurara el reino tanto tiempo esperado, o reino de Dios.
Los esenios se habían retirado al desierto para purificarse y estar preparados para el acontecimiento. Juan Bautista esperaba que el juicio de Dios descendiera sobre Israel. Las personas comunes y sencillas esperaban y oraban para que Israel fuera liberada de los romanos. Los dos discípulos que caminan hacia Emaús dicen que habían esperado que Jesús fuera el liberador de Israel (Lc 24,21).
Jesús dio un vuelco a tales expectativas. Él tenía una idea muy diferente de lo que el reino de Dios en la tierra podría significar, y la razón es que veía a Dios de una manera diferente, no como un emperador o como un dictador benevolente. Jesús había llegado a experimentar a Dios como un padre amoroso, su abbá.
La imagen de Jesús del reino o reinado de Dios era la de una familia feliz y llena de amor, que tiene a Dios como un padre amoroso; no la de un imperio conquistador y opresor.
La actitud de Jesús hacia la familia no era nada convencional: "Si alguien viene conmigo y no odia a su padre, madre, esposa, hijos, hermanos, hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío". (Lc 14, 26). Lo que él quería decir, obviamente, era "y no deja de preferir......".
En otras palabras, uno no puede ser miembro del reino-como familia de Dios, si sigue dando preferencia a su propia familia convencional.
Jesús quiere salir de las limitaciones de la familia de los parientes próximos para formar la familia más amplia del reino de Dios.
Jesús habló del reino de Dios no como un acontecimiento futuro. El reino de Dios es una realidad presente. Ya ha llegado a nosotros. No tenemos que esperar signos y portentos. Podemos detectar el dedo de Dios en lo que ya está sucediendo (Lc 11, 20). La comunidad o familia de Dios es como la levadura que actúa ya en el mundo (Mc 13,33 par). Es un grano de mostaza que crecerá y se convertirá en algo más grande.
Lo que estamos esperando ya ha llegado. Esto no significa que tengamos que renunciar a la esperanza de un mundo mejor. Lo importante es comprender que la semilla o embrión de ese mundo futuro está ya en medio de nosotros..
Del libro "Jesús, hoy" de Albert Nolan
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