viernes, 31 de agosto de 2012

La eucaristía hace la Iglesia mediante la consagración.

Es el sacrificio pascual de Jesús que nos une a su "sí" al Padre. Es el sacrificio del hombre mismo en cuanto muere al mundo y vive para Dios, del ser humano que reconoce el misterio y dice "sí". La  eucaristía, que nos presenta de nuevo la muerte de Jesús aceptada libremente en la última cena y repetida en su pasión, dispone al ser humano y lo empuja interiormente a decir su "sí" al misterio.


Para comprender mejor esta fuerza de la eucaristía, podríamos decir que este sacramento, al unirnos a Jesús en Getsemaní, hace  decir a la Iglesia y a la asamblea: "Sí, Padre, no lo que yo quiero sino lo que tú quieres". Es el segundo momento de quien ha captado el misterio y se adhiere a él dedicando su vida a Dios.


La Iglesia dice a sí a su misión, a su destino, a sus pruebas, a sus persecuciones.

El cristiano dice sí a la familia, al amor, a la vida, a la enfermedad, a la muerte, a todos los compromisos, queridos o no queridos, que le da la experiencia cotidiana.

Cada uno dice sí al hermano que está junto a él, aunque le resulte antipático y no consiga soportarlo, porque en la fuerza de la muerte de Cristo acoge toda su historia.

Carlo María Martini. Libro: ¡Remad mar adentro!

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