El Señor Jesús, que por nosotros se ha hecho alimento de verdad y de amor, hablando del don de su vida nos asegura que "quien coma de este pan vivirá para siempre". Pero esta "vida eterna" se inicia en nosotros ya en este tiempo por el cambio que el don eucarístico realiza en nosotros: "El que me come vivirá por mí". Estas palabras de Jesús nos permiten comprender cómo el misterio "creído" y "celebrado" contiene en sí un dinamismo que lo convierte en principio de vida nueva en nosotros y forma de la existencia cristiana. En efecto, comulgando el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo se nos hace partícipes de la vida divina de un modo cada vez más adulto y consciente. [...] No es el alimento eucarístico el que se transforma en nosotros, sino que somos nosotros los que gracias a él acabamos por ser cambiados misteriosamente. Cristo nos alimenta uniéndonos a él; "nos atrae hacia sí". Benedicto XVI, Exhortación apostólica Sacramentum caritatis, n. 70.
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