Dios mío, mi corazón es como un ancho mar siempre agitado por las tempestades: haz que encuentre en ti la paz y el descanso.
Tú has increpado a los vientos y a la mar para que se calmaran, y a tu voz se han apaciguado; ven a poner paz en las agitaciones de mi corazón, a fin de que todo en mí sea sosiego y tranquilidad, para que pueda poseerte, a ti mi único bien, y pueda contemplarte, dulce luz de mis ojos, sin turbación ni oscuridad.
Oh Dios mío, que mi alma, libre de los pensamientos tumultuosos de este mundo, se esconda a la sombra de tus alas. Que encuentre junto a ti un lugar de refrigerio y de paz, y toda transportada de gozo pueda cantar: Ahora puedo dormir y descansar en tu paz.
Que ella descanse, te lo pido, Dios mío, que ella descanse del recuerdo de todo aquello que está debajo del cielo, despierta sólo para ti, como está escrito: Yo duermo, pero mi corazón vela.
Mi alma no puede gozar de paz y seguridad, Dios mío, si no es bajo la protección de tus alas. Que ella permanezca, pues, eternamente en ti y sea abrasada con tu fuego. Que elevándose por encima de sí misma, te contemple y cante gozosamente tus alabanzas.
Que en medio de las turbaciones que me agitan, tus dones sean mi dulce consolación, hasta que venga a ti, oh tú, la verdadera paz.
San Agustín. Fuente: Magníficat
No hay comentarios:
Publicar un comentario