Poco antes, en la homilía de la misa de Pentecostés, celebrada en la
basílica de San Pedro, el santo padre recordó que Pentecostés es la fiesta de
la unión, de la comprensión y de la comunión humana”.
Y si bien gracias al desarrollo tecnológico es posible estar más en
comunicación y reducir las distancias “la comunión entre las personas
frecuentemente es superficial y dificultosa”. Recordó también la dificultad del
diálogo entre las generaciones, y que “asistimos a hechos cotidianos en los
cuales parece que los hombres se estén volviendo más agresivos y peleadores”.
Y como la narración bíblica de la Torre de Babel “contiene una perenne verdad,
que podemos ver a lo largo de la historia pero también en nuestro mundo”.
“Un reino en el cual los hombres han concentrado tanto poder que piensan (…)
construir una vía que los lleve al cielo para poder abrir sus puertas y ponerse
en el lugar de Dios”. Y que por ello “mientras intentaban ser como Dios corrían
el riesgo de no ser ni siquiera hombres” porque “habían perdido la capacidad de
ponerse de acuerdo, entenderse y trabajar juntos”.
Después de la misa y del Regina Caeli, Benedicto XVI recordó que “esta
solemnidad nos hace recordar y revivir la efusión del Espíritu Santo sobre los
apóstoles y los otros discípulos reunidos en oración con la Virgen María en el
Cenáculo” de manera que “cada cristiano pueda participar a su misma vida divina
y se vuelva válido testimonio en el mundo”.
Archidiócesis de Madrid
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